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EL SINODO DE LA EVANGELIZACION. 57 La conversión a la que se d irig e la evangelización La evangelización en todos sus aspectos tiende a la conversión; por tanto, supone una fractura y una continuidad: ¿de qué? La fractura o rompimiento no se refiere a los valores auténti­ camente humanos; tampoco exige pérdida de autonomía a las rea­ lidades terrestres y a las ciencias; la conversión cristiana no con­ siste en la mera adición o añadidura de prácticas religiosas, sino en que nuestra vida se traduzca en culto agradable a Dios en espíritu y en verdad. Las demás cosas, prácticas religiosas y sa­ cramentales, tienen que situarse en esta dinámica y en esta fina­ lidad que les da sentido. Dos advertencias más: que la conversión no es momentánea, sino de toda la vida: en efecto, la Sagrada Escritura no nos habla de personas convertidas, sino convirtiéndose; y que la resonancia de la conversión no se limita a las fronteras del individuo, sino que beneficia a todos: personas y estructuras. Dos pinceladas más, la primera a modo de pregunta y la se­ gunda como respuesta fundamental, culminan este punto: la pre­ gunta se refiere al punto de partida de la evangelización de un mundo secularizado como el nuestro: ¿ desde qué hechos puede comenzar esta conversión? Y la respuesta centra bien la cuestión: la cruz de Cristo no impide la realización de la persona humana39. La salvación, fin de la evangelización Los Padres sinodales han reflejado fielmente en el aula la in­ quietud que afecta a las Iglesias locales en torno al nexo existente entre el aspecto terrestre y el escatológico de la salvación. La re­ velación afirma claramente la existencia de este nexo íntimo; pero deja al riesgo de los creyentes los modos y la armonía entre ambos polos o fases de la salvación. Los Padres sinodales han venido con la pregunta, más que con respuestas en tema tan acuciante. El número 46 nos habla del fundamento que tiene para un op­ timismo cristiano el evangelizador; optimismo que tiene su funda­ mento antropológico en que el hombre, todo hombre, tiende espon­ táneamente hacia la salvación, es ley vital. En este sentido, el Evangelio responde a las expectativas humanas, que son signo de 39. Ib., n. 45. 40. Ib., n. 46. 41. Ga.ud.ium et spes, n. 45.

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