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56 JOSE LUIS LARRABE zación. Las razones que se daban son fundamentalmente éstas: para que seamos signo de atracción y de la presencia de Dios con nosotros, presencia que siempre es eficaz. También las institucio nes eclesiales deben dar este testimonio, estando al servicio del Evangelio, que es lo mismo que «estar al servicio del hombre». La Iglesia-sacramento debe ser signo eficaz, es decir, testimonio válido para la realización de la persona humana y para la trans formación de las estructu ras convivenciales. Todo lo cual se nos describe con una frase lapidaria, que es al mismo tiempo diag nóstico y meta: «que los hombres no sólo tengan más, sino ante todo que sean más, y tengan más libertad», mejor dicho, que sean más libres35. Y no termina este apartado sin ofrecer a los Padres Sinodales nodales la oportunidad de plantearse dos preguntas fundamen tales en este contexto del testimonio: en primer lugar, ¿cuál es el testimonio que más aprecia el mundo actual? ¿cuál es el signo que más se echa de menos hoy, sobre todo en la vida social y profesional?3é. In d o le sacramental y eclesial de la evangelización La predicación y el testimonio están llamados obviamente a ser celebrados sacramentalmente y a darles la dimensión eclesial o comunitaria que les corresponde. Los sacramentos aparecen en un contexto de dimensión comunitaria: «communitates salutis constituunt» 37. El «Instrumento de trabajo» es consciente de las dificultades actuales para con la Iglesia-institución, más dificultades incluso que para aceptarla como misterio3S. Ni coacción física, ni proselitismo son admisibles cuando se trata de evangelización, sino servicio y atracción libre, es decir, testimonio de amor a Dios y a los hombres. No está aludida ni siquiera la pregunta sobre ¿qué relación hay entre conversión a Cristo y a la Iglesia? Y esta otra, todavía más acuciante: si los jóvenes aman la Iglesia institucional. Y por fin: ¿qué decir del derecho de la Iglesia a evangelizar en un mundo pluralístico como el nuestro? 35. Ib., n. 34: «non solum plus habeant, sed plus sint et liberiores sint». 36. Y en el de la justicia: cf. ib., n. 36. 37. Ib., n. 37. 38. Ib., nn. 38-39.
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