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EL SINODO DE LA EVANGELIZACION. 55 dotal: «he transmitido lo que Tú me dijiste»31. Y, en consecuencia, los Apóstoles la prefirieron a las demás actividades, incluso a las obras de caridad. No es de extrañar que las aportaciones de las Conferencias den tanta importancia a la predicación del Reino de Dios públicamente y por las casas, sin que la conciencia apostóli­ ca pueda quedar tranquila con pecados de omisión tan grave ...32. Algunas observaciones que se añaden, sobre los modos y dis­ posiciones de esta misma predicación, no dejan de tener impor­ tancia: las reuniones familiares, la predicación dominical en mi­ sa, de palabra y por escrito, por los medios de comunicación social. La predicación es un culto agradable a Dios; y útil para la convivencia humana, porque revela a los hombres los enigmas de la existencia humana y el sentido de la vida33. Y hay que lle­ varla a cabo con alegría de corazón, pues en todo caso se trata de llevar la Buena Nueva a los hombres. Y nuevamente vuelve la pregunta sobre el contenido fundamen­ tal de la predicación hoy: ¿en qué verdades hay que insistir más en la actualidad? ¿qué verdades de fe encuentran hoy más difi­ cultad de aceptación y de vivencia? ¿cómo puede lograrse la co­ laboración de teólogos y Obispos en orden a la evangelización? Se pregunta también sobre el diálogo con los no-creyentes sin re­ nunciar al núcleo mismo de la fe cristiana; así mismo sobre el problema, cada vez más acuciante, de la traducción del mensaje de Dios para el mundo actual: el problem a herm enéulico, tanto de la Biblia como del Magisterio de la Iglesia34. E l testimon io Ya el hecho de que se hable del testimonio antes que de los sacramentos es un dato positivo en los tiempos actuales. La ra­ zón está en que, aunque la fe y los sacramentos iluminan y posi­ bilitan el testimonio cristiano, sin embargo se había llegado a un ritualismo alarmante y, como garantía de autenticidad, bueno se­ rá que se exija previamente el testimonio cristiano que luego se celebra sacramentalmente. Así se hizo en gran parte durante la patrística, es decir, en las primeras comunidades eclesiales. Todas las Conferencias Episcopales han afirmado unánime­ mente que el testimonio pertenece intrínsecamente a la evangeli- 31. Jn 17, 7. 32. Cf. «L ’Osservatore Romano», ed. esp. nn. 38, 39, 42. 33. «Instrumento de trabajo», n. 31. 34. Ib., n. 32.

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