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52 JOSE LUIS LARRABE a determinados elementos teológicos intrínsecos y constitutivos de la evangelización. El primero de ellos el Espíritu Santo: la razón está en que la evangelización no es obra puramente humana; por eso se insiste en el aspecto neumatológico o espiritual de la evangelización. El Espíritu Santo origina una atracción un iversa l hacia la salvación; ésta no se circunscribe en unas fronteras «explícitamente» eclesia- les. El cristianismo implícito puede ser considerado como culto agradable al Dios desconocido y salvífico para los hombres que no lo conocen por la revelación explícita 21. Pero el Espíritu Santo a los creyentes los impulsa a no avergon zarse del Evangelio, y con la confianza puesta en Dios [no precisa mente en los poderes de este mundo], a proponerlo con apostólica libertad y fortaleza. Siendo el Espíritu Santo el que ilumina el misterio de la evan gelización, no es de extrañar que en el documento de trabajo y en el aula sinodal se haya hablado tanto de la necesidad de que el evangelizador esté unido al Espíritu de Dios y que posea y cultive más y más las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. De no ser así no tendrá discernimiento para interpretar la presencia del Espíritu Santo en los «signos de los tiempos» ni podrá percibir los valores de las religiones no cristianas y de las ideologías con trarias a la fe: carecerá de una mentalidad abierta y de un espíritu positivo cuando habla con hombres que no coinciden del todo con sus formas de pensar: no conectará con el Espíritu de Dios pre sente en los demás en múltiples formas, algunas de ellas imper fectas 22. La evangelización m isma El «Instrumento de trabajo» ofrece toda una teología bíblica en torno a la pregunta — fundamental en este contexto— : ¿para qué fue dado el Espíritu Santo a los Apóstoles? A continuación se ofrece a los Padres Sinodales una buena sín tesis de teología bíblica sobre este punto. El Espíritu Santo se da para ser testigos de Cristo hasta los confines de la tierra (Act 1, 8 ), para predicar en su nombre la conversión a todas las naciones (Le 24, 47-49), para enseñar y recordar todo lo que Cristo nos ha dicho (Jn 14, 25-26), como Espíritu de la verdad que os guiará hasta la verdad completa (Jn 16, 12-15), «para que el Espíritu del Padre sea 21. Ib., n. 19. 22. Ib., nn. 20-22.
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