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F. DE VILLALPANDO, PROTAGONISTA. 39 y los respectivos plenipotenciarios en ambas Cortes, además de otros personajes que la vivían más de cerca y son de menor monta, contó como abogada a la pluma de Francisco de Villalpando, y al fin salió triunfante la pretensión de los renovadores. En defensa del establecimiento de «perfecta vida común» entre los Capuchinos del Real Sitio de El Pardo escribió una refutación de sus contrarios, escrito que no fue de poco valimiento para su principal instaura do s como éste reconoce: « ...m e ayudó a padecer los trabajos de aquella tempestad, sufriendo conmigo con religioso esfuerzo la par te no pequeña que le cupo en cooperar a la introducción y defensa de la vida común» 67. En el mismo lugar y tiempo comenzó a tomar forma el otro ideal de la Ilustración monástica, el atañente a la enseñanza. Dos circunstancias le dieron alas. La primera de ellas hizo que el go bierno de la Provincia cayera, aunque por breve duración (enero- octubre de 1776), en manos de su antiguo profesor Isidoro de Fer- moselle. La segunda, coincidente cronológicamente, consistió en la visita canónica girada a la Provincia de Castilla por el General de toda la Orden, Erardo de Radkersburg, y que tuvo como epicentro el convento de El Pardo a causa de los sucesos antes mencionados. Dicha «visita», que bien merecería un estudio aparte, porque el te jemaneje de la misma patentiza meridianamente el partidismo y re- galismo vigentes, aprobó y dio impulso al proyecto de elaborar unas Instituciones filosóficas y teológicas a la altura de los tiempos. Cuando el Ministro General se personó, en julio de 1776, en el Real Convento, trató confidencialmente con el Lector en funciones, Pa dre Francisco de Villalpando, y ambos discutieron el asunto, cuyo copromotor era el propio Fermoselle M. El 17 de septiembre promulgaba su Rvma. un decreto dirigido a todos los religiosos capuchinos de ambas Castillas, manifestán doles la sugerencia recibida de los «hombres más serios» de la mis ma acerca de la oportunidad de disponer pronto de un Curso filo sófico v teológico lo más perfecto posible, plan que él refrendaba con toda su autoridad, y aceptando al mismo tiempo «al individuo apto para una empresa tan grandiosa, que aquéllos habían busca do, encontrado y pedido con los mayores deseos». Entre los aludi 67. Juan de Zamora, ib., f. 3. A la apología de aquel establecimiento y de las ideas ilustradas que lo potenciaban, hoy perdida (cf. ib., f. 34), alude en la defensa, escrita con el mismo objeto, I. de Fermoselle, que se conserva en el APC 33/84, f. 141. 68. Cf. Francisco de Villalpando, Philosophia..., I, X III: «...m e pro ea qua hu- manorum, et divinorum scientia, amoeniorumque litterarum intelligentia floret, et excitavit, et circa operis modum et normam docuit, ac instruxit».
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