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38 GERMAN ZAMORA tes y, en general, «a la república cristiana», asaltada «por los escri tores más famosos de este siglo», que manifiesta programáticamen te la dedicatoria del primer tomo de su Curso filosófico: «Trátase — afirma— de proporcionar a los religiosos jóvenes, émulos de nues tro Santo no sólo por su estado, sino por la santidad de vida, unas enseñanzas verdaderas y sólidas, con que se animen a proseguir denodadamente el camino de la virtud y puedan ser útiles a los demás; pero eliminando todo lo perjudicial e inútil, en que hasta ahora se malgastaba el tiempo, se afeaba el rostro genuino y en cantador de la sabiduría y, lo que es peor, se ahuyentaba el gusto de la doctrina segura y sana, con enorme daño del Cristianis m o ...» 6S. Durante este período de su permanencia en el convento de El Pardo (1772-76) intervino en la contienda reformística acerca de la «perfecta vida común», que trató de imponer a sus religiosos el superior local, P. Juan de Zamora, con la aprobación del Provin cial y el apoyo resuelto del Gobierno de Carlos III. Aunque, visto el problema en su epidermis, la pretensión se reducía a lograr en la fraternidad que «todas las cosas sean comunes y a ninguno de los frailes sea lícito guardar o retener cosa alguna para su uso par ticular», excepto las prendas de vestir y el breviario, en el fondo se luchaba por uno de los ideales del reformismo ilustrado para la vida monástica: junto con la renovación de los estudios, se busca ba la de la vida religiosa. De ello es sintomático que los partidarios de una lo fueran también de la otra reforma, y tenaces enemigos de ambas los adversarios de aquéllos. El P. Juan de Zamora capitaneó en su Provincia eclesiástica uno de esos dos aspectos, como el Pa dre Francisco de Villalpando fue el abanderado del otro. A su idea rio pertenece este aserto, buena muestra de fraseología iluminísti- ca: «Sólo la oscuridad, casi increíble, que se halla en nuestro enten dimiento, cuando está preocupado de ideas falsas, tomadas y teni das por verdaderas desde la niñez, conservadas en todas las edades hasta la vejez, y fomentadas con el común m iedo de pensa r y obrar de casi to d o s ...» 66. Esta polémica, que removió Roma con Madrid, aunque fuera en tono menor, y en la que contrastaron sus pareceres el papa, el rey 65. Philosophia..., I, II. 66 . Juan de Zamora, Manifiesto historial y apologético de la fundación del Semi nario de Misioneros Apostólicos de la ciudad de Toro y del establecimiento de per fecta vida común en el Real Convento de El Pardo (ms. del APC 153/28) f. 27. En la misma década (1786) asentaba I. Kant: «...die Maxime jederzeit selbst zu den ken, ist die Aufklärung» (Werke, ed. Weischedel, t. III, 283; cit. por W . Schneiders, Die wahre Aufklärung, Freiburg-München 1974, 219).
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