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F . D E V IL L A L P A N D O , P R O T A G O N IS T A .. 29 de Villalpando y el Padre Fray Jorge de Valdilecha son muy sobre­ salientes» 48. El empate a méritos entre ambos fue ventilado por los Superiores en favor del primero, al siguiente día, dándole el título de Maestro de un nuevo Curso, cuyo Lector sería, por ascenso, el P. Inocencio de Matute. Cometido del Maestro de Estudiantes era el de sustituir a su Lector y ayudar a aquellos en sus repasos; el oñ cio equivalía, en la práctica, al de un catedrático supernumerario. Ante sí tenían los dos nuevos docentes un grupo de unos quince alumnos; se trataba de una leva selecta, bien por las dotes natura­ les de algunos de ellos, o por el arte que los dos profesores se die­ ron para despertar sus inteligencias. De esa prom oción saldrían dos notables personalidades, cuya fama desbordaría, com o las del re­ cién nombrado Maestro, los estrechos límites de su Orden; nos re­ ferimos al P. Miguel de Santander, futuro obispo auxiliar de Zara­ goza, orador y escritor insigne, y al P. Francisco de Solchaga, que llegaría al cargo de Ministro G eneral49. El nuevo curso de estudiantes quedó instalado en San Antonio del Prado, de Madrid. Puede suponerse que entre Lector y Maestro mediaran las mejores relaciones, de las que aquél daría buena prue­ ba años más tarde, desde su puesto de Provincial, recomendando ante el Consejo de Castilla la obra filosófica de su antiguo alumno. Juntos debieron discutir el estado de la enseñanza, en la Iglesia, en la Orden y en la Nación y hallarse de acuerdo en la negra pintura que, con colores a veces prestados, trazaría Villalpando, levantando ampollas en nuestras adocenadas Universidades. Residente en la Corte, donde los gérmenes de europeización y renovamiento, sembrados por el Despotismo ilustrado, no menos que la lejanía de aquellas Universidades y el estado caquéctico de la Complutense, creaban un clima favorable a la acción de los es­ píritus innovadores, debió iniciar pronto el contacto con las perso­ nalidades rectoras que lo utilizarían después para su labor refor­ mista. Al prop io tiempo aprovechaba sus ocios para instruirse en disciplinas hacia las que sentía innata inclinación, pero de cuyo estudio se viera alejado por la forma de vida abrazada. Nos refe­ rimos a las Matemáticas, a las Ciencias Naturales y a la Física y 48. Ib. Sobre el nombramiento de Francisco de Villalpando para Maestro de Estudiantse, puede verse también el Erario divino, de J uan de M onzon , p. 232 49. Como guión biográfico elemental de ambos personajes, sirve el trazado por B uenaventura de C arrocera , Necrologio de los Frailes Capuchinos de Castilla, Ma­ drid 1943, 58 y 215, respectivamente. Id., Lexicón Capuccinum, en su lugar corres­ pondiente.

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