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22 G E R M A N Z A M O R A Esta muerte simbólica comenzaba por manifestarse en el novi­ cio por la renuncia al nombre seglar y adopción de otro que en ade­ lante designara al «hombre nuevo». D. Fernando de Soto y Abastas quedó de golpe transformado en «Fray Francisco Javier», dando de lado, junto con la vestimenta civil, el vestigio de identidad familiar de los apellidos. Mas a los candidatos a la vida capuchina, si se les despojaba de toda huella del abolengo patroním ico, no se les pri­ vaba del marchamo topon ím ico. Y fue entonces cuando se vio ante la decisión de optar entre dos apelativos de sentido y sonido muy dispar, com o eran «G ordoncillo» y «Villalpando», el lugarejo donde un azar de familia le había hecho venir al mundo, o la pomposa villa de los Condestables castellanos, del voto inmaculista, y de aquella parte de sus antepasados hacia la que sentía más fuerte inclinación. Aquel acto pesaría luego sobre toda su vida y activi­ dad, pues, si perseveraba en el cam ino emprendido, el sobrenom ­ bre geográfico, que entonces asumiera, le acompañaría siempre, e in­ cluso sustituiría con frecuencia al mismo nombre cristiano recién adquirido. Esas y otras razones, com o el punto de honor, vivísimo siempre en él — descendiente de hidalgos por padre y madre— y el poderse titular, en gran medida, oriundo de Villalpando, lo movie­ ron con toda probabilidad a preferir este origen, que ya habían lu­ cido otros personajes ilustres. Desde entonces quedó relegada al olvido más cabal su vinculación natalicia al señorío insignificante de Gordoncillo. Por ello, denominaciones com o «Fray Francisco Javier de Villalpando», com o él se firmará corrientemente, «el Pa­ dre V illalpando», o simplemente «el Villalpando», o «V illalpando» a secas, según innumerables designaciones oficiales posteriores, au­ torizadas por el segundo «bautismo» de aquel joven en su toma de hábito y profesión religiosa, entrañan un pequeño disfraz histórico, próximo al pseudónimo. Mientras la iniciación en la vida religiosa iba avanzando, se ve­ rificaban ciertos informes e interrogatorios peregrinos acerca de los orígenes, buena fama, oficios viles, e incluso limpieza de sangre, eje­ cutoria de cristianos viejos y hacienda, del aspirante y su parente­ la. «Reparen mucho — advertían las instrucciones dadas a los encar­ gados de tales averiguaciones— en los defectos de sangre, linaje, y oficios bajos, no se pierda entre nosotros la buena fama que tene­ mos en este punto, entre religiosos y seglares, llamando a los Capu­ chinos Caba lleros p o b r e s » 36. El hondo sentimiento del honor, que 36. Cf. Buenaventura de Carrocera, o . c ., 295.

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