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12 G E R M A N Z A M O R A de bautismo de aquel personaje de origen misterioso, que ha pa­ sado por natural de Villalpando hasta el día de hoy. El L ib ro I I d e bautizados del pequeño pueblo leonés encabeza su folio 147 con esta llamada marginal: «Fernando Soto Abastas. Año 1740», que amplía en el texto así: «En diez y siete de febrero de setecientos y cuarenta, yo, D. Mar­ celo de Villarroel, cura de esta villa, bauticé solemnemente a Fer­ nando , qus tenía ocho días, hijo legítimo de D. Alexandro de Soto y Dña. Isabel de Abastas, su mujer. Fueron padrinos D. Fernando Blanco, presbítero, y Dña. María de Abastas, natural de Villalpando, y no contrajo parentesco espiritual, lo que advertí al padrino, y sus obligaciones. Testigos José Blanco, y Mateo Alonso, y todos vecinos de esta villa. Doy fe y firmo. D. Marcelo de Villarroel» ,4. Estaban sus padres, por tanto, avecindados ya en Gordoncillo, e hicieron bautizar a su primer varón a los ocho días de nacer, com o su hermana mayor lo había sido a los doce y la menor a los siete, en Villalpando. Este descubrimiento permite fijar definitivamente la fecha y lugar de nacimiento del hombre que, en su madurez, sería el intro­ ductor de la Filosofía Moderna en las Universidades españolas, y corregir o completar una tradición ya más que bicentenaria. Fer­ nando de Soto y Abastas nació el 8 de febrero de 1740 en Gordon­ cillo (León), dentro de la misma generación histórica que daría al país varios de los reformistas más ilustres de la España de Car­ los III. Y en Gordoncillo discurrió su infancia, de la que no se poseen muchos documentos, pero sí de gran valor para su biografía. Allí fue confirmado, a los cuatro años de edad, por el ob ispo de León D. José Lupín y Rogel, que administró el sacramento los días 8 y 10 de noviembre de 1744. En el folio 1 v del libro correspon ­ diente se lee: «Fernando y Alfonsa, h ijos de D. Alejandro Soto y de Dña. Isabel Abastas». En su pueblo natal se verificaron también los primeros contac­ tos de Fernando con las letras. Era maestro de las «primeras» D. Pablo Carreño, por cuyo oficio público percibía 300 reales anual­ mente. Al llegar a edad escolar el h ijo de D. Alejandro Soto, fri­ saba el maestro en tom o a los 55 Pero pronto debió quedarle estrecho el marco rural de la ense­ ñanza que, ba jo un maestro de primeras letras, podría recibir. 14. A r c h iv o p a r r o q u ia l d e G o r d o n c illo , Libro 2° de bautizados, f. 147.

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