PS_NyG_1974v021n003p0451_0457

454 DIOS V EL HOMBRE. va todo él cargado de positividad, ya que manifiesta la “ plenitud ac­ tual de la unidad más perfecta” . Y de aqui que este concepto de sim­ plicidad vaya indisolublemente unido al de infinitud. De ahí que una simplicidad absoluta solamente puede darse en Dios, respecto del cual los mismos ángeles son seres compuestos. “ El ser contingente se diversifica radicalmente del ser divino en razón de su no-simplici­ dad” (92, nota 78). El autor, después de haber averiguado a través de esos conceptos la trascendencia divina, penetra en un segundo plano, más sugesti­ vo, el plano de la concepción metafísica de la realidad que lleva implícita dicha doctrina. Con ello nos descubre la profunda unidad del pensamiento de san Buenaventura sobre ese tema de la absolu­ ta trascendencia divina. La metafísica, en su investigación sobre las esencias de las cosas, nos da la clave última para entenderlas. Y san Buenaventura utiliza un procedimiento metafísico que llama “ resolutio” . El procedimiento resolutivo busca las últimas implica­ ciones, se pregunta por la raíz última de las cosas de modo que no haya posibilidad de ir más allá. Aunque él no dedica un estudio ex profeso a este procedimiento, lo utiliza en toda su obra. La metafísica trata de las esencias de las cosas en cuanto éstas nos llevan al primer principio. Ese proceso dialéctico es lo que llama plena resolución, o proceso plenamente resolutivo. Y lo lleva a cabo en tres direcciones: hasta llegar al primer principio en cuanto es origen, ejemplar y fin de las cosas. La autosuficiencia absoluta de Dios, y por lo mismo su trascen­ dencia, se manifiesta con claridad en los tres órdenes de primarie- dad, el originante, el ejemplar y el final. Dios es ei ser que es e x se - secundum se - prop ter se, en tanto que la creatura es e x alio - secun - dum aliud - prop ter aliud. Aquí tenemos plasmada la triple suficien­ cia de Dios e insuficiencia de la creatura. Sólo así encuentra el en­ tendimiento humano la quietud, pues por esa triple vía ha llegado a la explicación más allá de la cual no cabe buscar otra. El autor desciende luego a explicitar en concreto esa triple re­ lación de causalidad, que aquí no podemos seguir, sino simplemente aludir a ella. Sólo quiero destacar cómo de esa triple causalidad, aquélla en la que el metafísico se encuentra solo y señero es la ejem - plaridatí, “ el corazón mismo de la metafísica” bonaventuriana, co ­ mo le llamó Gilson. Dios es el prototipo de todo lo creado.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz