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448 CONGRESO INTERNACIONAL. Otra observación importante nos permitimos hacer sobre cierta apologética de trasfondo que desautoriza intelectualmente estos Con­ gresos. El P. Chenu negó se diera en esta ocasión tal apologética. Su acerado espíritu crítico no se lo permite. Y sin embargo, al bajar a la arena de la verdad, que en estos casos son los estudios presenta­ dos y los diálogos entre investigadores, constatábamos que nunca se ponía en discusión la supremacía del pensamiento tomista sino que siempre se partía de aquí, aún en los momentos en los que el diálogo vivo acababa en tablas de oposición. Es esta nota algo peculiar a es­ ta clase de Congresos. Pero es necesario acabar con ella para dar más eficacia a las sesiones de trabajo y estudio. Por lo que toca al desarrollo de las sesiones, se advertía más lec­ tura que diálogo. Y eso que tanto se subrayó la necesidad del mismo. Tal vez seamos algo duros y tememos exegerar. Pero en ocasiones parecía uno asistir como espectador, a un concurso intelectual en el que los diversos concursantes iban pasando por el gran teatro del Congreso para exponer sus opiniones y recibir el aplauso de cuantos condividían su punto de vista. Una confrontación de alto nivel inte­ lectual pocas veces tuvo lugar. Y sin embargo, esto hubiera sido el mejor camino para que en una circunstancia tan memorable se lo­ graran aclaraciones más hondas e iluminadas a los problemas que tanto nos atraen y que, en ocasiones, tanto nos dividen. También queremos advertir que, pese a que en la presentación del programa se considerara tema primario la problemática actual, nos ha parecido que esa necesaria confrontación entre el ayer de la verdad, que intuyó el Aquinate, y el hoy de nuestros problemas e in­ quietudes no se realizó con la necesaria afectividad. Leyendo los estu­ dios ya publicados y recordando lecturas y diálogos, nos hemos sen­ tido casi siempre inmersos en algo muy conocido y redicho. ¿Se de­ bió ello, al menos en algún caso señero, a la necesidad de salvar el tomismo del siglo XX de posibles desviaciones? Es ello posible. Pero entonces parece que lo adecuado hubiera sido señalar, con delicadeza pero con firmeza, a dónde apuntaban aquellos tiros que motivaban el que se acudiera a las viejas armas de nuestras lecciones escolares. Reconocemos la gran dificultad del lema: “ Vetera novis augere” . Pero es un lema que debe guiar a los organizadores de estas magnas asambleas en las que tanto pudiera ganar el pensamiento cristiano de nuestros días. Que un estrabismo malpensado no vea en estas observaciones

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