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VICENTE MUÑIZ 3 3 1 ¡o que no es Dios, es compuesto. De aquí que la simplicidad con duzca naturalmente, cuando es absoluta e infinita, a la unicidad. La Divinidad es, para el Pseudo-Dionisio, Unicidad en virtud de su simplicidad (áxXo'Tr¡c). Los pasajes en que ¡i.ovác ocurre individualmente, sin asociar se ni a k'Ac ni a xpiá;, se encuentran sólo en EH y DN. En EH, re feridos al sacramento de la Eucaristía y a los caracteres peculia res de la vida consagrada a Dios. En DN, en cambio, todo el pensa miento dionisíaco se presentaen constelación semántica con ¿ftüjjoc; evocando doctrinas pitagóricas. En el sacramento de la Eucaristía, Dios permaneciendo inmuta ble se comunica a muchos. Y en vez de escindirse, de desgarrar su principio uno, simple y compacto (ávtaíav, úzkf^, auvsrco-ftjisvYjv apyr¡v) lo que realiza es la conversión de lo múltiple a la máxima unidad: la de la unicidad 8. En la Jerarquía Eclesiástica, monjes, pueblo santo y órdenes purificados constituyen la tríada de los iniciados. Estos últimos, cu ya función principal es la de la purificación, están confiados a los ministros que los santifican para que puedan acceder a la contem plación iluminadora y a la comunión de los sacramentos más ricos en la luz9. El pueblo santo forma el orden contemplador o ilumina do (&£<upr(Ttx7¡ Táí'.c EH 536d y 532b). Y los monjes (í>spa-su~at) se con sagran a Dios de una manera indivisa. Esta indivisión en la en trega personal del monje a Dios, le conduce a la meta de su unión con la sagrada Mónada. El monje se hace uno con el Uno y entra a formar parte del Uno en su más alto grado: el de la Unicidad (533ad). En DN, áptft|idc es el término mayor número de veces asociado a nova;. Todo número tiene consistencia en la mónada (áv ¡lováSi DN 820d.) y de ella procede (820), y participa (DN 977c). Para los pi tagóricos. Movác era el principio de los números pares e impares10. Para el Pseudo-Dionisio la Mónada es principio de toda dualidad y de toda multiplicación posterior numérica1. Al tratar de la eternidad en Dios, el DN alude a las dos figuras con que en la sagrada Escritura se la representa: la figura de un anciano y la de un joven. Con la primera, según el Pseudo-Dionisio, se significa que Dios existe desde el principio; con la segunda, que en él no se dará jamás envejecimiento alguno. En efecto, la vejez a
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