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VICENTE MUÑIZ 339 en la historia y en la economía de la salvación Por otro lado, en­ tre los atributos que el Hijo posee, en cuanto Divinidad, comunes con el Padre y el Espíritu Santo, están el de “ Señor” y el de “ Bue­ no” u. El Espíritu Santo, en el CD, adquiere una configuración semán­ tica bastante desarrollada. De manera normal, se encuentra casi siempre calificado por el adjetivo &sap-/ixi?, con el que parece quiere evitarse cualquier confusión interpretativa tendente a dismi­ nuir en algo su Divinidad. Al Espíritu Santo compete la acción santificadora sobre los que han de iniciarse en el Bautismo. Una vez, dignos de entrar en comunión con el Espíritu teárquico, (es decir, en gracia de Dios), pueden acercarse a la Eucaristía42. También a El compete conducir la ciencia jerárquica hacia la contemplación. En relación con las Hipóstasis Padre e Hijo: él es Espíritu de la verdad procedente del Padre y en nombre del cual y por su recepción pueden los Após­ toles perdonar los pecados de los hombres43. Junto con Jesús es como un germen divino, cuyo origen fontal es el Padre. Pero a di­ ferencia de toda paternidad y filiación mediante la que los seres creados pueden llamarse “ Hijos de Dios” , el Espíritu teárquico per­ manece en sí mismo transcendente e inasequible a nuestra pala­ bra y conocimiento. Igual que a toda otra deificación posible4. Digna de destacar es la fórmula que aparece en el último capí­ tulo del DN: “ un sólo Dios y Padre, un sólo Señor Jesucristo y un sólo y mismo Espíritu” 45. Creemos que esta explicitación del nombre de Tota; en sus Hipóstasis coloca en su justa medida la importancia trinitaria en el pensamiento dionisíaco, dejando minimizadas ciertas interpreta­ ciones unilaterales del mismo46. Resta, para concluir la ite<ovu¡ua del CD, la indicación de las dimensiones cosmológicas y jerárquicas en que se instalan los nombres divinos de ¡wvá?, xp'.ác. Mová?, Tpicí;: Aspecto cosmológico El mérito más genial del CD es el de haber conseguido una fé­ rrea trabazón sistemática, profundamente cristiana, con elementos muy varios: neoplatónicos, mistéricos, pitagóricos, estoicos y pa- trísticos. Tratados todos ellos desde la aceptación de la Sagrada Escritura como norma fundamental interpretativa. A lo que cabe

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