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ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA 247 Modelo tan preclaro queda más en luz al fina! del opúsculo, cuando, volviendo sobre el camino andado, pone de nuevo los ojos en su seráfico Padre y escribe: “Y esto es lo que se dio a conocer al bienaventurado Francisco cuando, durante el exceso de la con­ templación en lo alto del monte, se le apareció el serafín de seis alas. Allí pasó a Dios por contemplación excesiva y quedó puesto como ejemplar de contemplación perfecta, como antes lo había si­ do de la acción, de manera que a todos los varones verdaderamen­ te espirituales Dios los invitase por él, más con el ejemplo que con la palabra, a semejante tránsito y mental exceso” ®. Se ha dicho que el Itinerarium es la mejor filosofía del fran- ciscanismo. Lo es de manera doble: como forma mentís y como forma vitae. Como forma mentís lo admiraremos al señalar las eta­ pas de este camino franciscano de luz. En los textos que acabamos de citar queda más en relieve el Itinerarium como forma vitae, a! señalar a san Francisco como modelo en quien este itinerario fue vida y praxis. 4. Cuál debe ser la actitud del alma itinerante san Buenaven­ tura lo deja reflejado de dos maneras distintas: al revelarnos la ac­ titud de su propia conciencia y al exponer las exigencias de las al­ mas en ruta. Por lo que toca a la actitud de su propia conciencia queda ella trasparente en algunas breves frases que dicen mucho. En la pri­ mera suspira por la paz extática, como el desterrado por la casa paterna. En la segunda declara que la busca con espíritu anhelan­ te, como el que no halla sosiego. En la tercera afirma con expre­ sión trasparente que se retiró al monte Alvernia “amore quaerendi pacem" Bien podemos ver en estas tres matizaciones una des­ cripción de la intimidad de su alma, la cual, sin proponérselo el santo, se nos muestra como paradigma de la actitud que debe te­ ner quien se dispone a emprender el Itinerario hacia Dios. De modo más directo revela la actitud del alma itinerante cuando le recuerda que tiene que ser, como Daniel, varón de de­ seos. Nadie, en efecto, está dispuesto para las contemplaciones di­ vinas que llevan a los excesos mentales, si no imita en su actitud al profeta b íb lico61. 62. Itiner., c. V I I , 3; t.V , p. 312b. 63. Itiner ., p ro lo g ., 2; t.V , p. 295a. 64. Itiner., p ro lo g ., 3; t.V , p. 296b.

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