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ENRIQUE RIVERA DE VENTOSA 241 latino que vino a ser lem a de vida para los ep icú reos. Si la vida se nos va, a goza rla cump lidam en te. El estoico tiene sangre tría para en fren tarse con el pasar ine­ lud ib le, que es la vida, y piensa que una im pe rtu rbab le calm a es la única actitud digna del sabio. En nuestros días el tem a de nuestra pe reg rinación se ha he­ cho h irien te. Pero no se alumb ran cam inos de tránsito v iab le. Se le repiten al cam inan te los desilusionados versos de A. M achado que se resumen en esta fó rmula, tan filosófica como poética: “Son ¡as huellas el camino y nada más” . San Buenaven tu ra, en conexión con una larga trad ición cris­ tiana, ha pensado y vivido este p rob lem a y ha señalado una ruta con c la ridad de m ed iod ía. La visión itine ran te de san Buenaven tu ra ya estaba fo rm ulada an te rio rm en te . Que somos pereg rinos, lo leyó el santo muchas ve­ ces en san Pablo cuando esc ribe a los Corintios: “Dum sumus in­ corpore, peregrinamur a Domino” (2 Cor., V, 6 ). Y en la carta a los Hebreos: “Non habemus hic manentem civitatem, sed futuram inquirímus” (H b ., 13, 1 4 ). Esta fo rm ulación b íb lica , tan distinta de la pagana de Luc re ­ cio, se hace itinerario filosófico en el pensam ien to cristiano. San Agustín, en una de las páginas más m em orables de la lite ra tu ra cristiana de todos los tiempos, describe el m apa esp iritual de esta ruta en el llamado éxtasis de Ostia. Unidos por el am o r humano y más aún por el am o r divino, Agustín y su mad re Món ica se asoman a una ven tana para leer las m aravillas de Dios en la natu ra leza . “Recorrimos g radualm en te, esc ribe el gran doctor, todos los seres co rpóreos, hasta el mismo c ie lo ... Y subimos todav ía más a rriba , pensando, hablando y ad ­ m irando tus obras; y llegamos hasta nuestras a lm as y las pasamos tam b ién , a fin de llegar a la región de la abundanc ia in d e fic ien te ... Y es la vida la sab idu ría , por quien todas las cosas ex is ten ... Y m ientras hab lábam os y suspirábamos por ella, llegamos a toca rla un poco con todo el ímpetu de nuestro co ra zón ” 42. Se han señalado o rígenes p latón icos y neop latón icos a este 42. Confesiones, I X , 10. C f. C H . B o y e r , Christianisme et plai-znisme dans la formation de Saint Augustin, P aris , 1922.

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