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2 10 LA IMAGEN DE SAN FRANCISCO TAL COMO.. 6. L a c r e a c i ó n , “o b e d i e n t e ” a F r a n c i s c o Buenaventura no pod ía d e ja r de dar im po rtanc ia a un aspecto tan llamativo y tan original de la esp iritua lidad del Poverello como es su visión de las realidades creadas. Lo hace des taca r siem p re que halla ocasión. M ás aún, añ ade un buen número de episodios que no se hallan en las fuentes b iog ráficas an terio res, como el sa­ ludo del rebaño de ovejas, el de la oveja que acom pañaba a los hermanos en la oración , el de las aves en las lagunas de Venec ia , el de los pá ja ros en el A lvern ia, el del ciervo que se detuvo a su mandato, el de las a lond ras en el momento de la muerte del san­ to 1!5. Es que para el doctor seráfico esa " o b e d ie n c ia de las creatu- ras caren tes de razón ” forma parte del don taum atú rg ico , como los m ilag ros y la p ro fec ía 116. Esta valo ración apo logé tica , junto con la teo log ía de la c rea ­ ción que él tiene elabo rada , le hace v io len ta r el sentido natural que, en C elano , tiene esa fra te rn izac ión de Francisco con todo se r que le habla del Padre común y del C risto hermano- No es que ol­ vide ese sentido de he rm andad , “por razón del p rincipio común que le unía a las c rea tu ras ” ll7; por eso este afec to del santo lo in­ cluye en la p ie d a d . Pero la visión teo lóg ica de la c reación in fe rio r sometida al hombre, y el hom bre sometido a Dios, se sobrepone en todas las consideraciones personales de Buenaven tu ra. Así el cap ítu lo conclusivo del cap ítu lo de la piedad: “L a p ied ad del s anto fu e de ta n a dm ira b le d u lz u ra y v irtu d , que dom a b a los a n im a le s feroces, d om esticab a los seres s a lv a ­ jes, a d o c trin a b a a los m ansos e in c lin a b a a obedecerle la n a tu ­ ra le z a de los b ru to s reb eld e a l h om b re caído ” 118. Es siem p re la re ferencia al dom inio de Adán en el paraíso . Lo d ice más claro en la L e g e n d a m in o r: “P o r in flu jo de u n a v irtu d s o b re n a tu ra l sucedía que la n a ­ tu ra le z a de los a n im a le s fu e ra h a c ia él como im p u ls a d a p o r u n 115. L M , V I I I , 7, 9, 10; X I V , 6; Sermo III de s. Francisco, 1; Opera omnia I X , 583. 116. LM . X I I , 12. 117. L M , V I I I , 6. 118. L M , V I I I , 11.

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