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2 02 LA IMAGEN DE SAN FRANCISCO TAL COMO. gu ir al desnudo C ruc ificado , a quien amaba; así, señalado con la cruz, confiaba la suerte de su alm a al leño de salvación, por cuya virtud sald ría salvo del naufrag io del mundo. En los días que si­ guieron a aque lla resolución, duros y hum illan tes, “el am o r al p o ­ b re C r u c ific a d o " le ha ría sobre lleva r todo con a leg ría 87. La visión de Silvestre, origen de la vocación de éste, de una in­ mensa cruz de oro que, saliendo de la boca de Francisco , llegaba hasta el cielo y cuyos brazos se ex tend ían hasta los confines de! mundo, es ap rovechada por Buenaven tu ra para a trae r de nuevo la atención sobre la p redestinación del santo a “anunc ia r la g lo ria de la C ruz de C ris to ” 88. El g rupo in icial, cob ijado en R ivotorto, no te ­ n iendo los libros para el rezo de las Horas, los suplían con "el li­ bro de la C ruz de C risto, que estud iaban d ía y noche m irándolo sin cesar, am aes trados con el ejem p lo y las exho rtaciones del Pa ­ dre, que sin cesar les hab laba de la C ruz de C ris to ” O tra ocasión le o frece la visión de fray Monaldo , m ientras p re­ d icaba san Antonio, al cap ítu lo reunido en A rlés, sobre el tem a de la C ruz. La apa ric ión de F rancisco, bend iciendo a los hermanos “con los brazos extend idos en fo rm a de c ru z” , ten ía por objeto co­ rrobo rar el discurso del santo p red icado r, ya que Francisco era “po rtado r y m inistro de la cruz de C ris to ” M. “A su ejem p lo muchos se an im aban a ca rg a r con la cruz de Cristo con espíritu fervo roso ” , en trando por el cam ino del renunciam iento y de la m o rtificación . Y tam b ién por el cam ino de la sincera compunción y de las lágrimas, ya que “no le es posib le al hombre, sujeto a la deb ilidad de la ca r­ ne, seguir pe rfec tam en te al Co rdero sin mancha c ru c ificado ” sin una constante pu rificación w. “Jesucristo c rucificado estaba fijo en su m e n te , como ’m a n o jo de m ir r a e n tre los pechos de la esposa’ (C a n t 1 ,1 2), y todo su a n ­ h elo e ra q u e d a r to ta lm e n te tra n s fo rm a d o en E l p o r u n in ce n d io inm en so de am o r”92. El conm ovedo r gesto del Poverello, antes de su muerte, desnu­ 87. LM , I I , 4 , 7. 88. L M . I I I , 6. 89. L M , IV , 3. 90. L M . IV . 10. 91. L M , V , 1, 8. 92. L M , I X , 2. “Tod a s sus aspiraciones, ta n to pú b lic as como p riv a ­ das, se c e n tra b a n en la cruz de C ris to ” (L M , Ap. De miraculis, I , 1).

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