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DIONISIO CASTILLO CABALLERO 83 nos ob liga a p regun tarnos aho ra , en orden a una mayo r comp ren ­ sión, si la conscien te afirm ación sim u ltánea de inm anenc ia y tras­ cendenc ia divinas, tal como ha sido exam inada , es algo m eram en ­ te casual o, más bien, lleva im p líc ita una m etafísica de la trascen ­ dencia divina, con su c a rác te r de ex igenc ia de inm anenc ia en las creaturas. En la p rim e ra parte de nuestro estudio, nos pregun tábamos por la motivación última de dicho pensam ien to desde su concep ­ ción m eta fís ica p lenam en te reductiva. M ed ian te un p roced im ien to pa rec ido tratamos ahora de hace r a flo ra r su pensam ien to sobre la inm anencia de D ios desde su con­ cepción de la trascendencia; desde cuya pe rspectiva nos ha pa re ­ cido ver afirm ada e in te rp re tada aquélla. Este modo de p roceder, al m ismo tiem po que nos puede pa­ ten tiza r las relaciones existentes en tre inm anenc ia y trascendenc ia divinas, puede o frecer, asim ismo, la ve rdade ra dimensión en la que ap a re c e la inm anencia de Dios y el sign ificado que ésta adqu ie re dentro de la concepción m ata fís ica p lenam en te reductiva del Doc­ tor Seráfico. Según esto, nos preguntamos: ¿cuáles son los indicios que nos han hecho sospechar en la existencia de una im p líc ita concep ­ ción m etafísica de la trascendenc ia divina en su pensam ien to so­ bre la inm anencia de Dios en las creaturas? Basta reflex iona r de nuevo sobre el análisis rea lizado en to r­ no a la justificación bonaven tu riana de la inm anencia divina, para ap rec ia r la ín tima relación existente en tre los motivos a llí apun ta ­ dos y cuanto hemos descub ierto sobre la concepción de la trascen ­ dencia divina. E fectivam en te, decíam os que la trascenden c ia divina ven ía defin ida m ed ian te un sistema de coo rdenadas fundam entales: p le­ na au tosu ficiencia e independen c ia del e n s n o b ilis s im um fren te a cua lqu ie r otro ser, por una parte, y rad ical dependenc ia d inám i­ ca de éste respecto de Dios, por otra. Y ambas, in te rp re tadas des­ te la trip le causa lidad efic ien te , e jem p la r y final. Aho ra bien, si nos fijamos en las razones que S. Buenaven tu ra ind ica como p rueba de su afirm ación de la inm anencia divina, ob­ servaremos inm ed ia tam en te unas líneas sim étricas muy sim ilares y,

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