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D IO N ISIO C A ST IL LO CABALLERO 1 2 7 toda su concepción metafísica y caracteriza su proceso dialéctico plene resolvens, que sólo logra auténtico status ( “ in entibus et in cognoscibilibus” ) en Dios — primum - summum et ultimum — . A esta búsqueda de sentido exhaustivo de la realidad en la tri­ ple vertiente de causalidad — eficiente, ejemplar y final— reduce su preocupación metafísica más honda: de emanatione — de exem- plaritate — de consummatione. Dios, como el "summum in re et in opinione cogitantis” , exige esta triple reducción de toda realidad, en fuerza de su trascendencia absoluta. En conformidad con dicha concepción, S. Buenaventura no en­ cuentra fórmula más apropiada para precisar el significado de la trascendencia de Dios que la expresada en su trilogía ex se - secun- dum se - propter se y su correlativa en la creatura ab alio - secun- dum aiiud - propter aliud. Mediante dicha fórmula se interpreta y justifica el concepto humano de Dios desde su más absoluta tras­ cendencia — plena sublimidad y autosuficiencia— y, a su vez, se consagra la interpretación radicalmente última de toda realidad fi­ nita desde su esencial referencia a Dios. Esta idea-fuerza mantiene un puesto privilegiado en los tres campos particulares de su metafísica — creación, ejemplaridad, fi­ nalidad— en los que Dios aparece, desde la perspectiva de su tras­ cendencia, como “ causa essendi, ratio inteiligendi et ordo vivendi” . A través de estos esquemas se formula una vigorosa concep­ ción sobre la trascendencia divina y se vitaliza una ontología de lo finito, interpretada primariamente desde aquélla. 2. La inmanencia de Dios en las creaturas conecta en el pen­ samiento bonaventuriano con su idea sobre la trascendencia. La vigorosa afirmación de la sublimidad trascendente de Dios no pug­ na en manera alguna con su íntima presencia en las creaturas. Antes bien, en los escritos bonaventurianos es exigida como requi­ sito de una auténtica consideración de la trascendencia divina. Sus obras están impregnadas de afirmaciones más o menos explícitas y llamativas sobre la entrañable presencia divina en las creaturas. El mundo, y particularmente el hombre, es una constan­ te epifanía de Dios, una continua y bella sinfonía natural de la pre­ sencia divina. Todo habla de Dios, profundamente inmanente en las creaturas.

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