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CARLOS ELORRIAGA PLANES 325 pie a lo que podemos llam ar conocim iento trascendental de Dios. Las razones de ello ya se han explicado, aunque haya sido sólo bre­ vemente. Sin embargo, existe aquí una relación a la llam ada filo­ sofía trascendental de origen kantiano o, al menos, dependiente de Kan t. En tan to toda m etafísica sobrepasa ( “ trasciende” ) el ser m is­ mo de las cosas en una búsqueda trascendental de los ú ltimos con ­ dicionam ientos del ser, puede ser calificada de “ filosofía trascenden ta l” en un sentido muy amplio. El térm ino “ filosofía trascenden ­ ta l” fue acuñado, sin embargo, por K an t en su significación más estricta. Este llamó “ filosofía trasceden tal” al sistema de todos los conocim ientos que pueden obtenerse a priori por la razón p u r a 8 Partiendo de esta concepción puede caracterizarse la filosofía tras­ cendental como una filosofía en la que todo se constituye no sólo en la conciencia(“ Bewusstsein”) del sujeto sino también a través de ésta y por ésta, puesto que su conciencia es lo único que el h om ­ bre no puede soprepasar. Evidentemente no pueden ser aceptadas sin m ás estas p recisiones9. Pero ellas muestran bien a las claras que se in ten ta en esta concepción exam inar todo conocim iento e incluso fundam en tarlo desde el puesto observador del su jeto cognoscente. Si se tiene presente lo que se ha dicho sobre el conocim iento tras­ cendental en San to Tom ás, puede pensarse en la posibilidad de h a ­ blar de Dios desde el punto de vista del hombre como ser que cono­ ce el absoluto (sin negar por ello la objetividad de ese absoluto co­ nocido). El ser absoluto se convierte así en una exigencia de la ra­ zón hum ana y asistiremos a la génesis de una concepción, que de algún modo podemos llam ar trascendental, del tem a Dios10. Así pues, todas las concepciones acerca de Dios que tienden a considerar a éste como algo exigido m etafísicam en te por el hombre, podrán re­ cibir el nombre de trascendentales, puesto que es algo implícito en la afirmación del hombre por éste m ismo, si no quiere perder de vista el sentido de su existencia. Si encontramos una manera de aplicar este método a las verdades teológicas, estaremos ante la elaboración de una teología trascendental. Con eso no quiere decir­ 8 . I. K a n t , Critica de la razón vura, (Buenos Aires, Losada, vol. I, 1987r\ pp. 205-206). 9. No puede examinarse aqui este problema, que es propio de la teoría del conocimiento. Una excelente crítica del punto de vista kantia­ no ofrece J. de V r ie s en su conocida obra Pensar y s e n (Madrid 1963). 10. Tampoco aquí se puede entrar en más detalles. Cf. la obra clá­ s ic a d e j. M ar é c h a l , Le voint de départ, de la métaphysique, e s p e c i a l m e n ­ te los vols. III y V. (Bruxelles-Paris 1923 y 1926 resp).

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