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ISIDRO ARIAS 315 ficientemente claro ba jo la persona de Aarón o con la expresión más completa de Aarón y su casa. 4.4. En la versión griega, en cambio, la expresión Aarón y su casa es entendida en sentido estricto del Sumo Sacerdote y de su fam ilia, especialmente de su mujer. Ahora comprendemos el por qué del en fático “ kai tou oikou autou monon” en el v. 11. Pero con esta nueva comprensión del texto los sacerdotes quedan práctica­ mente fuera, sin expiación. Para suplir esta laguna le quedan al traductor griego dos posibilidades: pasar en silencio a los sacerdo­ tes que, de este modo participan en la expiación de modo implícito, sin precisar cómo. O, segunda posibilidad, hacer una mención ex­ plícita de los m ismos, introduciendo con este fin algunos elementos nuevos en el texto de Lev 16. El traductor griego se decidió por esto último y así añadió en 16,20 una alusión a la purificación de los sacerdotes (kai peri ton hiereon kazariei). 4.5. La añadidura tiene, desde el punto de vista literario, una unión muy artificial y débil con el texto anterior, al que simple­ mente prolonga con la con junción kai. Teológicamente tampoco está en el lugar más apropiado, que hubiera sido el v. 11, después de la mención de la casa de Aarón. Pero posiblemente el traductor griego no veía ya con claridad las diversas funciones expiatorias que, en el texto hebreo, correspondían al novillo y al macho cabrío respectivamente. 4.5. Los m ismos problemas están a la base de la traducción del v. 24. El TM hab la de los holocaustos que el Sumo Sacerdote ofrece al final del ritual de la fiesta, uno por sí y otro por el pue­ blo. El traductor griego traduce fielmente la primera parte del v., pero explicita los objetos de la expiación de acuerdo con el nuevo modo de ver las cosas: Sumo Sacerdote y su casa, pueblo y sacer­ dotes. Una vez m ás la añadidura de los sacerdotes está fuera de su lugar literaria y teológicamente. 4.6. La traducción griega refleja en este punto la situación del sacerdocio postexílico caracterizada por la prevalencia, cada vez más acentuada, del Sumo Sacerdote. Es curioso constatar có­ mo, en una cuestión tan estrechamente ligada al sacerdocio de Je- rusalén, el judaismo alejandrino coincide totalm en te con las tra ­ diciones del judaismo palestinés, tal como nos las ha conservado,

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