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G . ZAMORA 143 segunda se inclina el neopositivismo. Pero en ambos casos puede decirse que quienes los defienden proceden más bien en virtud de “ filosofismo” e ideología que de nuda ciencia, pues ésta no da pie para n inguna de esas posturas unilaterales. El instrumento heurístico de dicha física han sido las m a tem á ticas. Con ese instrumento sólo puede operarse en un campo regi do p'or leyes estructurales formulables m atem áticam en te. Ahora bien, las estructuras m a tem áticas idealmente posibles son innum e rables. La labor del investigador consistirá precisamente en descu brir cuáles de ellas se han realizado de hecho en form a de leyes de la naturaleza. Lo que, por tan to, encuentra como realidad física no son “ cosas” , sino estructuras de legalidad definidas, es decir, leyes. Para la m icroflsica se resuelven en “ estructuras energéticas” , o sea, en eventos concretos, sí, pero no cosificables, ni intuibles. Tales leyes se revelan como una realidad contingente, inserta en el mundo per cibido e indesligable del sujeto perceptor sin detrimento de su ob jetividad real. Lo que ha ocurrido es que se ha puesto un lím ite a ésta, lo m ismo que al dualism'o cartesiano, que yacía en el fondo de la separación ta jan te entre el sujeto y el objeto, entre la res cogi- tans y la res extensa... Si lo que man ipu lan las ciencias no son tan to las cosas mismas, cuanto las leyes o estructuras m a tem áticas que las rigen, el tema común de aquéllas será el de la búsqueda del orden inm anen te al universo. Este orden se muestra, en profundidad, cada vez m ás fino y complicado, menos cuantitativo. En su patentización estriba el contenido de verdad de la ciencia, rastreadora del “ logos” latente en el terreno que investiga. Su ideal sería el hallazgo de la última estructura compendiosa del universo, de una fórm u la cósmica ce rrada e inclusiva de todos los elementos singulares, omniexpresiva, por tanto. Ampliado al parecer el ámbito óptico de la física moder na hasta los lím ites exteriores del universo y hasta su fron tera in terior; en posesión de las principales constantes grandes y pequeñas que regulan aquel orden, se cree llegada a madurez suficiente para intentarlo. Pero es una empresa cuyo éxito no aparece todavía se guro. Variando de horizonte, cabe demandarse si la recuperación de la realidad física para el espíritu finito, del que había estado prác ticam ente huérfana en los últimos siglos, y al que el cuantismo ha vuelto a suturarla, no comportaría el redescubrimiento de su religa
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