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G. ZAMORA 147 proceso unidireccional e irreversible que genera en el transcurso del tiempo novedad, diversidad y niveles de organización más elevados. Existe — se decía— en todo el universo, pero ha sido más estudiado y analizado en el sector biológico” . En ese texto la evolución se presenta no como una hipótesis, sino como un hecho que ha acontecido y sigue aconteciendo. Nada se indica del grado de certidumbre que posee, aunque se da por su ­ puesto que tiene la suficiente como para ser admitido por la m ayo­ ría de los científicos adscritos a sus diversos campos. Si se exam i­ na cada uno de éstos por separado, se llega, sin embargo, a la g a ­ ma siguiente de certezas: La evolución cosmológica, (o del cosmos y partes que lo in te­ g ran ): de l‘o ' elementos, según las teorías propuestas por Gamow , Hoyle, etc., de las galaxias, estrellas y p lan eta s..., es una conjetura. Aplicar a ese campo el esquema evolutivo puede ser muy útil para la ciencia, pero todavía sigue en el terreno de lo hipotético. Otro tanto debe decirse de la aparición de la vida sobre la tierra por evo­ lución química a partir de lo in’orgánico. O por su descenso de los astros. En cambio, la evolución biológica ofrece mucha mayor verosi­ militud, pudiendo afirmarse que se trata de un hecho o proceso de­ mostrado en cuanto puede serl'o. Y puede serlo en la medida en que engendran seguridad una serie de pruebas convergentes, que ex­ cluyen una duda razonable del hecho en sí, aunque no siempre de sus mecanismos impulsores. Podría compararse a aquellos casos del derecho procesal en los que es imposible una certeza absoluta, pero sí la moralm ente sólida y suficiente. El argumento basado en la paleontología sigue siendo el único que sum inistra pruebas directas y primarias, a gran escala. Pero necesita ser reforzado por otras de convergencia, como las que apor­ tan la genética, la biogeografía, la morfología, e tc.: la evolución de los organismos es la mejor explicación de ciertos hechos observa­ dos por esas ciencias. Con todo, s'gue en tela de juicio la evidencia más allá de la microevolución. En cuanto al hombre, biológicamente considerado, vale lo an te­ dicho, pero no puede aplicarse al hombre como persona, con sus implicados de orden espiritual.

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