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128 LA V IV IE N D A R E LIG IO S A FR EN TE A L P S IC O A N A L IS IS fácil. Y fácilm en te se concluye que, efectivamente, existe una ins­ tancia paterna — Dios, el Padre por excelencia— , a la que hay que referirse, someterse, aplacar, obedecer. Soy consciente de que el Dios de que nosotros, los cristianos, hablamos, es un Dios revelado, que el concepto “Padre” con que nos referimos a El ha sido una dimensión cualitativam ente nueva en labios de Cristo, que no podemos honestamente decir que sea fruto de nuestras tendencias. Soy consciente de ello. A esto me referia al inicio cuando indicaba de qué Dios no hablaba. Lo que quiero decir es que, dada nuestra fe en Dios, nuestro comporta­ m iento religioso se cumple — y no puede ser de otra manera— en este hombre concreto que es cada uno de nosotros, transido de de­ seos fallidos, tan tas veces frustrado. Y en este sujeto fácilm en te se puede dar una mezcla de deseos ranos e inauténticos y, a veces, la búsqueda de Dios queda prendida en las redes de nuestra frustra ­ ción y Dios se convierte en el “ tapagu jeros” de que hablaba B on - hoeffer, en algo carente de contenido y, en consecuencia, la refe­ rencia a él, el comportam iento religioso, en una perfecta ilusión. El intento de defenderse de la frustración ha podido convertir el comportam iento religioso en una ilusión 12. Lo que se querría de­ fender con la actitud religiosa sería precisamente la ilusión de que se pueden cumplir todos los deseos, de que se dispone de medios infalibles para hacer propicia esa instancia protectora omnipotente. Los medios vienen indicados en el comportam iento religioso. Uno sa ­ be “ arreglárselas” , como hacía en su primera niñez con los mayores. La frustración ha sido superada, pues esa instancia denom inada Dios es capaz de apagar la omn ipotencia del deseo. En esto se halla precisamente el punto de conexión entre la ac­ titud religosa, y hasta de una cierta teología, con los sistemas de­ fensivos que puede establecer nuestro psiquismo ante la frustración Las relaciones in fan tiles con los mayores han organizado una es­ tructura que viene empleada en la relación con los demás (en este caso, con Dios) ya de adulto. 12. Es claro que estoy repitiendo conceptos freudianos hasta con sus mismas palabras. No puedo detenerme aquí en un análisis de este concep­ to , como he hecho en otro lugar: cfr. G arcía C abero M., La concepción religiosa de Freud, en “Naturaleza y Gracia”, 18 (1971) 251-303.

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