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116 FILO S O F IA Y C IE N C IA N A TU R AL HOY no critica, sino dogmática, no comprobable y, en último análisis, no científica. A esa pregunta “ crítica” sólo puede responderle precisamente desde la filosofía: con una discusión fundam en tal sobre el problema del método extendida a cuestiones como “ ¿qué quiere decir “ críti­ co” ? ¿qué significa empíricamente comprobable?, etc. Esa reflexión crítica se enfrentaría, además, con los métod'os de las ciencias par­ ticulares, sobre todo en relación con una exigencia ontològica. El resultado sería que las ciencias particulares no pueden o fre­ cer el fundam en to teorético necesario para ello, como también que sus métodos suscitan problemas de lógica y gnoseologia, cuya d iscu ­ sión rebasa el horizonte de una ciencia particular, v. gr., el de si les es posible representar otra cosa que un camino heurístico; y que silencian por entero la problemática del concepto de “ exactitud” , e.s decir, de su relatividad, sobre lo que ya llamó la atención K . F'opper, no menos que los principios de la teoretización deductiva e inducti­ va y su relación principal a la experiencia. Es posible demostrar que en la filosofia como método se da el módulo preordenado de un pensam iento abierto, objetivo y fund a ­ m entan te, condición radical de posibilidad y significatividad para cualquier método científico. Esa posibilidad originaria se actualiza diversamente en las ciencias particulares según sus objetos específi­ cos. En la estructura del pensam iento filosófico se da la unidad in - tegradora y fundante de lo inductivo y deductivo, de experiencia y razón, y en ella se basan las diferenciaciones secundarias de aquella relación primordial propias de la teoretización y metódica científi­ cas. Se probaría, además, que la fundam en tación y fundam en tab ili- dad de los saberes regionales de las ciencias no son ni pueden ser tan rigurosas como pudiera hacer creer su pretensión frecuente de abstoluta certeza en los resultados. Esto no es ir contra la cienca; siempre que ella m ism a ha reco­ nocido sus lím ites, ha desechado exigencias absolutistas. La ciencia actual renuncia a convertirse en cosmovisión de la época moderna, como alguna vez ocurrió en el pasado, alentada por una ingenua fe m ítica e ideologizada. Lo cual no equivale a negar a la ciencia ca te­ goría de contribuidora eximia en una concepción del mundo para la que sum inistra datos a la filosofía. ¿Cómo 'ocurre esto?

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