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LEO G ABR IE L 113 (P. Fayerabend). Arranca éste del concepto de ciencia de la tradi­ ción histórica. Dentro de e*a tradición, el Conocimiento ontològico es ciencia del ente en cuanto ente (ón hé ón), sobreentendiéndose que tiene por objeto la esencia (ousía) siempre igual de las cosas en la configuración lógico-conceptual. Este saber onto -lóg ico aprehen ­ de la esencia de las cosas com'o absoluto, o sea, inmutable núcleo del ser al que accede por la vía del pensam iento in tu ítivo -ideali- zante y abstractivo-conceptualizan te mediante la razón lógica (noúm enon ); pero que no capta la form a de aparición relativa y cambiante de la cosa (phainómenon) en cuanto saber acerca de los objetos obtenidos por la experiencia sensible (empeiría). Pues el co­ nocim iento de la ciencia es absoluto por parte del objeto respectivo, pero no por ello exhaustivo en cuanto conocim ien to: junto a él ca ­ be un saber como ciencia de los fenómenos (como dóxa, e incluso como “ dóxa alethées” ), que tiene p'or blanco lo apariencial y sus in ­ term inables conexiones. Como contenido, ese conocim iento es seguro, obviamente, sólo de un modo relativo o hipotético, porque los fenó ­ menos, aunque guarden relación con el ser, no se identifican con él.. Este último saber ha de ser, en Consecuencia, de parte del objeto, h i­ potético por necesidad (P latón ), tan to como el primero resultará, desde la m isma perspectiva, necesariamente absoluto y apodíctico. La diferencia entre ambas form as del saber, en este conocim iento asubjetivo, provendrá del objeto ún icamente. No se distinguen, acor­ demente, por el conocim iento en sí, sino por el objeto conocido. La ciencia m a tem á tica natural ha de ser, según esto, ciencia relativa e h ipotética — lo era ya en P latón , y lo sigue siendo hoy— , m ientras que la metafísica y la ontologia es ciencia absoluta y no hipotética (anhypotheton ), pero, al m ismo tiempo, estará su jeta en su configu­ ración al cambio, dentro de la historia del pensam iento. La mediación entre ser y apariencia no se l'ogró realmente, en el plano objetivo, en la antigua lógica y m etafísica, ni en la “ idea” platónica, ni en el abstracto concepto aristotélico de “ especie” , del que escapa lo concreto-sensible individual. Esto originó luego el con ­ flicto de Tos universales, en el que, conforme puso al descubierto la crisis nom inalistica, se trataba de Comprender (begreifen) la reali­ dad individual de la experiencia, para lo cual el abstracto concepto universal no está capacitado. Resultado de esta crisis fue el moder­ no concepto empírico de ciencia y conocim iento, en el que se da, frente al antiguo concepto de experiencia, una mediación de ser y

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