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120 FILO S O F IA Y C IE N C IA N ATU R AL HOY diente lógica filosófica y su procedimiento integrativo no puede coadyuvar en la formación legítima de una imagen del mundo. La dialéctica usual, con su innegable relación a la totalidad — “ a la verdad del todo” (Hegel)— no deja desplegar el elemento in - tegrador, sino que más bien lo destruye con su d inám ica antitética cerrada: su “ anulación y superación” (Au fhebung), para distender lo y conservarlo en una síntesis, más bien significa su destrucción, y m ás que a un comienzo creador se asem eja a un estado de ago ta miento. Trátase de un proce-o metódico incapaz de avanzar desde un inicio analítico abstracto — el concepto— hacia la síntesis y plenitud creadoras. En el último Congreso sobre problemas filosóficos de las cien cias modernas de la naturaleza (1 -4 de diciembre de 1970) se h a bló — y no desatinadam en te— de un “ cambio de la dialéctica” . Es presumible que tal cambio se mueva '■obre la línea de la coexisten cia y del diálogo (pueden verse detalles m ás concretos acerca del problema dialéctico en el artículo Figuras y estructura del pensa miento integrativo, en el vol. V I de las A ctas de X I V Congreso In ternacional de Filosofía, 1971, páginas 250-259). La inserción de la ciencia en una representación comprehensi va del mundo, en una imagen hum ana que abarque el universo, ha ’ ido siempre un ideal histórico, y hoy es incumbencia muy espe cial de nuestra situación espiritual. En ese sentido, la ciencia n a tu ral es ya filosofía implícita, aunque no filosofía explícita. Hoy sopla más fuerte que nunca el impulso del espíritu hacia la verdad del todo, por una válida concepción del mundo y de la vida que proporcione los medios decisivos para una futura configuración existencial en el círculo de la personalidad individual y de la socie dad. Se trata de orientar y radicalizar nuestra existencia en un m un do sellado por los adelantos de las ciencias y de la técnica. Situado en una cima de sus posibilidades técnico-científicas, se ve el hombre, no obstante, presa de la m araña de su problemática existencial, que aquéllas no han solucionado ni pueden resolver. Se ve, por así decirlo, rechazado sobre sí m ismo, y sobre su radical po sibilidad de “ ser y no ser” , retrotraído a su situación originaria in i cial de lucha por la existencia en un nivel histórico elevado. Las ge neraciones de nuestra época buscan, en el fondo, un humanismo in - tegrador que «e exprese en una nueva figura de la relación del h om bre con el cosmos, que en nuestra situación histórica concreta es el
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