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M. DIAZ ALVAREZ 83 sacerdotes se mantienen fiele^ a una pastoral tradicional, s:n pre­ ocuparse mayormente por un adiestramiento doctrinal y práctico. Sin embargo, van siendo cada día más numerosos los sacerdo­ tes que se preguntan: ¿Es lo más acertado seguir bautizando a diestra y siniestra, sin una preparación adecuada? ¿Persistimos en pregonar una doctrina, que ordena el amor y la fraternidad entre los hombres, a un pueblo marginado y oprimido p'or muchos que se dicen cristianos? ¿No habrá llegado la hora de proclamar abier­ tamente las exigencias del evangelio, rechazando con energía to­ do sistema 'o estrucura injustos? Esto nos lleva a otra pregunta: La Iglesia latinoamericana, ¿de­ be meter'e en política o mantenerse totalmente al margen de ella? Para algunos obispos y .sacerdotes la respuesta es clara: “De ninguna manera. La Iglesia no puede tomar baza en política y, consiguientemente, vamp'oco sus representantes públicos”. Sin embargo, otros muchos no piensan así y están firmemente conven­ cidos de que, en la actual coyuntura socio-económica por la que atraviesa América Latina, la Iglesia no puede adoptar una actitud reservista, evitando el compromiso y manteniendo a sus hombres entretenidos en la administración de sacramentos. Hay hechos que confirman por doquier ambas posiciones. Los políticos agrupados en el ala derecha, poseedores por 10 común del capitalismo nacional, pretenden reducir la actividad de la Iglesia a la sacristía y el altar, entre otras cosas, porque tienen miedo a que, por medio de ella, el pueblo se concientice y en vez de 'obede­ cerles a ciegas les pongan las peras a cuarto. Y no es excepción que en Sudamérica muchos sacerdotes son desposeídos de sus cá­ tedras universitarias o de sus puestos en la sociedad por Conside­ rarlos demasiado “atrevidos” en sus afirmaciones... La prensa, por ese afán que siempre ha tenido de poner sobre el tapete toda la basurilla clerical, es fiel transmisora de las torturas, encarcela­ mientos y atrbpellos que ciertos gobiernos ejercen sobre algunos curas, a quienes se pretende presentar como indeseables aliados del marxismo... Ellos, sin embargo, dicen estar haciendo lo mismo que realizó Cristo en su vida pública, llamando al pan pan y al vino vino, y zorro a HerOdes, símbolo del despotismo y la vida re­ galada a los ojos de un pueblo miserable y acogotado. Por otra parte, quienes vivimos aquí somos espectadores de !a

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