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94 LA TEO LOG IA DE LA LIB E R A C IO N V. los aportes de la sociologia, la politica y la economia. Hasta cierto punto, seria como romper con t'oda atadura epistemologica. Pero el porvenir de la Iglesia latinoamericana depende de esta nueva y arriesgada manera de entender la fe. II. SACERDOTES DEL TERCER MUNDO (M STM ) Hemos dicho que esta teologia no ha surgido precisamente de los centros destinados a los estudios eclesiásticos. Su valor más atrayente es el estar creciendo al lado m ismo de la acción. Sus cul­ tivadores no son los frecuentadores de bibliotecas ni los maestros de gabinete, sino los sacerdotes m ás vertidos al apostolado. Los m á ­ ximos impulsores de ella son los llamados Sacerdotes para el Ter­ cer Mundo (M STM ). ¿Cómo nacieron y se formaron como Movi­ m iento? ¿Qué relaciones han existido entre ellos, la jerarquía de sus paises y la Iglesia Universal? Esta segunda parte de nuestro ensayo está dedicada a contestar de alguna forma estas dos básicas pre­ guntas. 1. C óm o n a c ie r o n los s a c e r d o t e s d el M STM . El P. Carlos Mujica, miembro activo del Movim iento, deñne así los objetiv'os del m ism o : “ Es un “movim ien to” de la Iglesia. Surge de la orientación del Magisterio, expresado actualm ente en la Popu - lorum Progressio, en los documentos de Medellín y en el de los obispos argentinos en San Miguel. También del contacto cotidiano de los sacerdotes, obreros y capellanes de villas o con el mundode los pobres y oprimidos. Son ellos, tos pobres, lo 1; marginados, los que nos han ayudado a revalorizar el sentido profètico de nuestro sa ­ cerdocio” *l. Poco después, el mism'o sacerdote argentino nos aclara : “ Buscamos una sola cosa: ser “ la voz de los que no tienen voz” , como dice Helder Cámara. Ejercer una presión moral liberadora, ayudando a tomar conciencia a los 'opresores de la necesidad im ­ postergable de una profunda revolución, protagonizada por el pue­ blo, que conduzca a un socialismo original y latinoam ericano” **. En abril de 1967 todo el episcopado argentino se reunió en San 22. Ib. p. 94.