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M. GONZALEZ GARCIA ¿9 trajo consigo una larga serie de disputas para establecer los límites entre las dos diócesis. Debió de existir ímcialmente una composición entre ambos obispados, que no fue guardada fielmente. Ello provo­ có la intervención del papa Alejandro III. Nos ha quedado el recuerdo de tres intervenciones papales que tuvieron lugar durante el episcopado de Don Pedro entre 1167 - 1176 . La primera de ellas tuvo como finalidad comisionar a los obis­ pos de Astorga y Avila para que pusieran fin a los pleitos entre las diócesis zamorana y salmantina \ Probablemente, a causa de la prolongación de los pleitos entre ambos obispados, intervino nuevamente Alejandro III. Esta vez co­ misionando a los obispos de León y Asturias para que sentenciaran sobre la posesión de los siguientes lugares que discutían Zamora y Sa­ lamanca: Fuentesaúco, Valesca, Santiz, Asmesnal, Torre de Ber- mudo, Pilela, Aldea de Lanaleido. E igualmente sobre los diezmos de Ledesma, Baños, Juzbado y Almenara 8. La tercera actuación papal se debió a la causa siguiente: los obispos de Zamora y Salamanca habían estipulado algunos cambios que entrarían en vigor una vez transcurridos diez años. Pero, el obis­ po zamorano se mostró remiso a la hora de cumplir sus compromisos. El papa dio autoridad a los obispos de Avila y Segovia para que obli­ garan al de Zamora a entregar Castronuño y otras varias iglesias 9. El último documento en torno a las diferencias con la diócesis de na en tre Toledo y Santiago en relación con las diócesis castellanas. El am biente general, ta n to de las sedes de Toledo y de Santiago, como del reino, puede verse en R i v e r a R e c io , J. F., La Iglesia de Toledo en el siglo X II (1086-1208), t. I, Rom a 1966. J. M .a Cuadrado en la obra ya c itad a y en la p. 18 atribuye las conmociones de la diócesis sa lm a n tin a a la dom i­ nación aragonpsa en la ciudad. Nos parece mucho más exacto V. de .'a Fuen te, cuando a firm a: “L a h isto ria de S alam anca supone que este P re­ lado (h ab la de Don M un io ) era p a rtid a rio del rey de A ragón ; cosa inverosí­ m il, pues n i en Salam anca h ab ía ya guarnición aragonesa en 1125, como suponen aquellos cronistas, n i era hombre D. B ernardo de consagrar co­ mo Obispo a quien se ladease lo más m ín im o de p a rte del rey de A ragón” (o.c., p. 49) 7. A.C.S., caj. 23, núm . 42. L a existencia de una composición a n te ­ rio r en tre ambos obispados está indicada en el m ismo texto del documen­ to. 8 . A.C.S., caj. 23, núm . 51. No es de e x tra ñ a r esta presencia de dere­ chos del obispado de Z am o ra en la zona a que alude el documento. L a p a r­ te de V itig u d in o debió ser repoblada con muchos elementos procedentes de Z am o ra ( G o n z á l e z , J., Repoblación de la “ Extremadura ” leonesa, en “H isp an ia ” I I I (1943) p. 236). ■9. A.C.S., caj. 23, núm . 23.

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