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La Iglesia y el Clero Salmantino en la B. E. Media Siguiendo la tradición medieval, cuando el conde Ramón de Borgoña repobló Salamanca en el año 1102 , estableció en ella un obis- pado, al que dotó ampliamente. Con la presencia del obispo, la ciudad alcanzó su caracterización. Pero, si la ciudad se benefició de la creación del obispado, también pasó a ser, en gran parte, una dependencia del obispo y sufrió el in­ flujo del mismo en toda su histeria medieval. La persona elegida para regir el nuevo obispado de Zamora-Sa- lamanca fue Don Jerónimo. Este había llegado a Castilla de mano de Bernardo de Sédirac, monje cluniacense. Jerónimo, más inquieto que sus otros compañeros traídos también por Bernardo de Sédirac, prefi­ rió acompañar al Cid Campeador, llegando a regir la sede de Valen­ cia. Cuando se vio obligado a abandonar esta ciudad, se dirigió a León. Aquí, don Ramón le ofreció la sede episcopal de Zamora-Sala- manca. En su pontificado, estableció unas leyes que rigieron la dió­ cesis durante algún tiempo, y que no conservamos. Sin embargo, una parte de tales leyes ha llegado a nosotros a través del Fuero de la cle­ recía otorgado por el obispo D. Gonzalo ( 1165 - 67 ) y confirmado por Don Vidal en 1179 , así como en la «Constitución» y arancel ecle­ siástico, que concedió Don Vidal ese mismo año de 1179 1. 1. Ambos documentos pueden verse en la obra de a l v a r e z v i l l a r , j . - a . r ie s c o t e r r e r o , La iglesia románica y la real clerecía de San Mar­ cos de Salamanca, Salam anca, C a ja de Ahorros, 1969, pp. 122-126. D . Jerónimo mandó en su testam en to que su cuerpo fu era tra s la d a ­ do al m onasterio de San Pedro de C ardeña ( D o r a d o , B., Historia de la ciu­ dad de Salamanca, Salam anca 1863, pp. 71-22). Pero, no se cumplió este deseo del prelado. G. González D á v ila fu e testigo de que en la cated ral

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