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270 LA FILOSOFIA CRISTIANA EN EL MAGISTERIO. L a idea del discurso de 1939 a los alumnos de los Seminarios se ha perfilado más. L a doctrina de Santo Tom ás «estimula y dirige con seguridad la investigación de la verdad». «Lo que Santo Tom ás edi- ficó es apto para el seguro aprovechamiento y dirección de los nuevos progresos». E l fundamento puesto por León X I I I sigue teniendo va- lor. Santo Tom ás sigue siendo el «Doctor Común» de la « Studiorum Ducem» y de la «Dcus Scientiarum Dominus ». Y , además, es el guía apto, en opinión de la Iglesia, para d irig ir con seguridad todo pro­ greso. L a enseñanza de Pío X I I está ya perfilada. Queda, sin embargo, una preocupación de Pío X I I , y es el pre­ cisar cuáles son los elementos fundamentales de la filosofía y teolo­ gía perenne, imprescindibles para cualquier filosofía o teología que quiera precisarse de católica. E n aquel discurso de 1946 al Cap ítulo de los Dom inicos, habló «de la fe y de la ciencia y de su mutua rela­ ción», «de la base de la fe, a la que n ingún juicio racional debe de­ rru ir» y , finalmente, de la posibilidad de que ((nuestra mente pueda penetrar las verdades reveladas por D ios y sacar consecuencias de ellas» (A A S , 1946 , p. 38 7 ). Son los puntos fundamentales de las tres funciones de la filosofía de que hablábamos al principio, filosófica, apologética y teológica. Seis años después aparecía la encíclica « Humani Generis », car­ ta magna sobre la orientación de los estudios filosóficos y teológicos. E l pensamiento de Pío X I I se hace más explícito en cuanto a aque­ llos elementos fundamentales. «E s cosa sabida cuánto estima la Iglesia a la razón humana, por lo que toca a demostrar con certeza la existencia de un único D ios personal, a comprobar irrefutablemente los fundamentos de la misma fe cristiana por sus señales d ivinas, así como a expresar de modo con­ veniente la ley, que el Creador ha impreso en las almas de los hom­ bres y , finalmente, a alcanzar alguna inteligencia, fructuosísima por cierto, de los misterios ( V . Conc. V a t. D .B . 1796 ). S in embargo, la razón sólo podrá cump lir este oficio de modo conveniente y seguro, cuando haya sido debidamente cu ltivada, es decir, cuando se haya penetrado de aquella sana filosofía, que es ya como patrimonio here­ dado de las precedentes generaciones cristianas y goza por esto de una autoridad de orden superior, ya que el mismo Magisterio de la Iglesia ha examinado sus principios y principales asertos, descubiertos

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