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2 8 3 LA FILOSOFIA CRISTIANA EN EL MAGISTERIO. León X I I I , que «la razón humana elevada a su cumbre en alas de To - más, apenas puede ya remontarse más alta» («Aeterni Patris », A S S , 1879 , p. 109 ), y que «sus conclusiones filosóficas, deducidas de las ra- zones y principios más evidentes de las cosas, encierran en su seno se- m illas de casi infin itas verdades que se desarrollarán en tiempo opor tuno y con ubérrimo fruto» (Ib id . p. 108 - 109 ) ; y que ® 1 * «habiendo aplicado esta filosofía para refutar los errores, consiguió con ello des tru ir no sólo los de tiempos pasados, sino también proporcionar armas invencibles para deshacer los venideros» (Ib id . p. 109 ). , A s í, pues, es evidente que el movimiento neoescolástico ha acu dido a los Doctores escolásticos y especialmente a Tom ás de Aqu ino , para beber y apropiarse sus tesoros de sabiduría, tanto en Teología es peculativa, como en pura filosofía. Podríamos concretar la función de la filosofía neoescolástica en tres puntos. Primeramente redescubrir y asegurar la conservación del patrimonio filosófico cristiano transmitido por los grandes Doctores escolásticos, (función propiamente filosófica). Proporcionar a la teolo gía instrumentos racionales para el estudio y exposición de la Verdad revelada, (función teológica). Prooorcionar instrumentos defensivos a la teología para vencer los ataoues dirigidos contra la fe, (función apologética). Insignes han sido los teólogos, filósofos y apologistas que en la línea neeescciastica han enriquecido la historia de la Iglesia en la se gunda mitad del siglo X I X v primera mitad del X X . Citemos sola mente algunos nombres: los Cardenales B . F ran ze lin , L . B illo t, D . Mercier, T . Z igg liara, Z . Go n zá le z; M . Liberatore, G . Sanseverini, E . Hugon , R . Schultes, C h . Pesch, P . Rousselot, A . Gardeil, R . Ga- rrieou-Lagrange, J. Maréchal, J. M an tam , E . G ilson . M . Grabm ann , I. Greclt, S . Ram írez. K . Rahner, etc. Y en torno a estos y otros nom- b-es ha habido una verdadera pléyade de profesores y especialistas. Junto a este renacimiento de signo típicamente tomista, consig namos también el renacimieno de la escuela de S . Buenaventura y Duns Escoto en tomo al Estudio de los Franciscanos de Quaiacchi (Flo ren cia); y el de la escuela de Francisco Suárez con los Jesuítas austríacos y esoañcles, entre les que citamos a L . Fuetscner y J. J. U rrábu ru .
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