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RICARDO MARIMON 283 lizaciones; de ahí el enriquecimiento que resulta así para ella como para cada c u ltu ra ... Con las riquezas de lo alto fecunda como desde sus entrañas las cualidades espirituales y las tradiciones de cada pue­ blo y de cada edad, las perfecciona y las restaura en Cristo ( V . E f . i , 10 . G S , 58 ). Nótese bien la importancia de las afirmaciones del párrafo an­ terior. Si la Iglesia, a través de los siglos de su acción cristianizadora, se ha llegado a vincu la r con culturas determinadas, que se pueden lla­ mar sencillamente «cristianas», no por esto deja de poder vincularse a otras culturas distintas y nuevas. Ciertamente «alejará de ellas los e rro re s ..., elevará incesantemente su moralidad» (G S , 58 ), pero tiene derecho y hasta misión de vincularse a todas las culturas en su pre­ dicación a todas las gentes» (Ib id .) y «para comprender más profun­ damente el mensaje de C r is to » ... (Ib id .). Indudablemente, el movim iento litúrgico en lenguas vernáculas promovido por el Vaticano II es consecuencia de este principio. Si el latín ha llegado a ser una lengua «sacra», igual deben llegar a serlo todas las demás. S i el latín ha sido víncu lo de unidad para la Iglesia, sobre todo occidental, durante siglos, es cosa puramente accidental: no es el latín el vínculo de unidad de la Iglesia, sino el Evangelio de C risto . La s consecuencias de este principio son inmensas, y llegan no sólo a la expresión cultural del lenguaje, sino a la misma diversidad de culturas, de mentalidades, de filosofías. Todas ellas, con las co­ rrecciones necesarias, han de poder vincularse con el E v a n g e lio ... E l pluralismo cultural es, pues, un principio consagrado por el Vaticano 11. E n un párrafo anterior y paralelo, el Concilio expresó muy cla­ ramente la importancia que atribuye a la diversidad cultural de la hum an idad : « ...lo s tesoros escondidos en las diversas culturas, per­ miten conocer más a fondo la naturaleza humana, abren nuevos ca­ minos para la verdad y aprovechan también a la Iglesia. Esta , desde el comienzo de su historia aprendió a expresar el mensaje cristiano con les conceptos y en la lengua de cada pueblo, y procuró ilustrarlo además con el saber filosófico. Procedió así a fin de adaptar el E v a n ­ gelio al n ive l del saber popular y a las exigencias de los sabios, en cuanto era posible. Esta acomodación de la predicación de la palabra revelada debe mantenerse como ley de toda evangehzación. Porque

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