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276 LA FILOSOFIA CRISTIANA EN EL MAGISTERIO. na para la obtención de una cultura sólida y actual al mismo tiempo», que no es otra que aquella «del Padre de Fam ilia que da a sus hijos lo nuevo y lo viejo » (A A S , 1950 , p. 83 7 ). Pero hoy hay que tener en cuenta que «el peligro actual más urgente no es el de un anego de­ masiado rígido y exclusivo a la tradición, sino principalmente el de un gusto exagerado y poco prudente de cualquier novedad que apa­ rezca» (Carta a los Obispos del B rasil, A A S , 1950 , p. 8 3 7 ). Especial importancia tuvo la alocución de Pío X I I a los Profe­ sores y ex-alumnos de la Un iversidad Gregoriana en su I V Cente­ nario de existencia. Pío X I I recomendó la armonización de la teología «especulativa» y «positiva», a ejemplo de Santo Tom ás, de Francis­ co Suárez, (de quien afirmó que, después de Santo Tom ás, hay que contarlo entre los mejores cultivadores de la Teo log ía»), y del reciente Cardenal Juan Bautista Franze lin ( A A S . 1953 , p. 684 ). Pero el pro­ blema principal que plantea Pío X I I en este discurso es el del p lura­ lismo de la filosofía cristiana, cuyas líneas de solución deja estable­ cidas. « E n lo que toca a nuestro estudio y a nuestro apostolado, no se mezclen indistintamente la doctrina católica y las verdades natura­ les, que con ella concuerden y son reconocidas por todos, con los cona­ tos personales de los sabios para explicarlas y con los elementos pro­ pios y razones peculiares que distinguen entre sí a los diversos siste­ mas filosóficos y teológicos que se hallan en la Ig le s ia ... N inguna de estas disciplinas y métodos es la puerta por la que uno entra en la Ig le s ia ... L a Iglesia nunca ha tenido n i tiene a n ingún Doctor, aun por santo y extraordinario que haya sido, como genuína fuente de verdad. T ie n e , es verdad, como grandes Doctores y les tributa las mayores alabanzas a Tom ás y A g u s tín ; pero infalibles sólo consi­ dera a los autores divinamente inspirados de las Sagradas Escrituras. Pues la Iglesia, intérprete y custodio de las Sagradas Escrituras por mandato de D ios, depositaría de la Sagrada T rad ición que v ive en ella, ella misma es la puerta para alcanzar la sa lvación ; ella, bajo la guía y tutela del E sp írítu Santo, es para sí misma fuente de verdad» (A A S , 1953 , p. 684 - 685 ). Por consiguiente, la Iglesia no nos presenta ningún sistema fi­ losófico de los aprobados y recomendados por ella como preámbulo de la fe, como puerta para entrar en la Iglesia. L a Iglesia no dirime en

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