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224 LA IGLESIA ES UNA COMUNION. derar, pues, aunque lo haremos muy brevemente, cómo esa comu­ nión de fieles, participando con Cristo de su sacerdocio, de su reale­ za y de su profetismo, está en servicio no sólo de la Iglesia católica misma, sino de las Iglesias hermanas y de todos los hombres. A ) La comunión de losf eles, comunión con el triple « munus » de Cristo al servido de la misma Iglesia. E l Vaticano II ha, en cierto modo, consagrado la sistematización tripartita respecto a la misión de Cristo sobre la tierra. E n efecto, in ­ cluso les laicos son proclamados partícipes del oficio sacerdotal,real y profetico de Cristo ; tras las huellas de su cabeza, el Pueblo de Dios alcanza a ser aquel pueblo sacerdotal, real y p r o f e t i c o anunciado en la Escritu ra . Para seguir fielmente la obra de C risto , la comunión eclesiástica se da cuenta, una vez más, que habrá aue poner en ser­ vicio de les hombres ese triple oficio del aue participa. Pero, ¿cómo? S in pretender desarrollar una teología de esa triple función del pueblo de Dios, que rebasaría las perspectivas de nuestro trabajo, v a ­ mos a realizar tan sólo el modo por el que todos y cada uno de los cristianos participan de ese triple oficio, y de qué manera el Pueblo de D ios, en la ontologia de su ser mismo, se constituye «en función de», «en servicio de» los hombres. A s í aparecerá de un modo más claro de qué manera el pueblo sacerdotal, real y profètico, en su con­ junto, está cargado de una misión universal. a) La comunión en el sacerdocio. E l Vaticano I I, por primera vez en el Magisterio de la Iglesia, se pronunció sobre el sacerdocio común de los fieles 1S. A pesar de apa­ 17. C f. A p ostolicam a ctu osita tem I, 3; III, 10; Lum en Gcntium II, 10. 12, etc. Antes del Concilio algunos teólogos habían ya intentado siste­ matizar de ese modo tripartito el inagotable cometido de Cristo, partici­ pado en los creyentes. Así C ongar Y.M., Jalones para una teología del lai- cacío, Ed. Estela, Barcelona, 1961, cap. 4-6; P hilips G., Un peur.le sacer­ dotal, p roph étiqu e et royal, en “Divini.tas” 5 U961) 706-734. Dernués del Concilio los comentarios han sido innumerables. Sin embargo, no hay que pensar que la tripartición agote exhaustivamente el contenido ines­ crutable del oficio y de la misión de la segunda persona trinitaria, como recordó Mons. Lorscheider en el 2.° Sínodo de Obispos (1971): cf. L’Os- serva tore R om ano, 8 de octubre de 1971, crónica de C o n c e t i G .; una vez más la teología ha de reconocer sus límites ante el misterio de Dios. 18. LG II, 10-11. En realidad. Pío X I I en la Mediator Del (1947) se habia hecho eco del mismo. Cf. DS 3850.

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