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LUIS BUSQUETS I GRAEULOSA 2 6 3 mismo. Esperamos que al término de nuestra tarea hayan quedado todavía más patentes. Desde luego, hemos recorrido nuestro camino con un amor autentico a la ekklesia de D ios Padre. E llo nos ha ayu- dado a dejar de lado posibles consideraciones polémicas que surgían a cada paso de nuestro cam inar y , por otra parte, conocidas de todos. Por desgracia, la polémica merece hoy en día más tinta que la refle- xión . Hemos pretendido, pues, ser asépticos en este sentido, buscan do lo que la Iglesia y su ministerio jerárquico tienen que ser para los hombres de hoy y olvidando adrede aquello que, por desgracia, empa ña tan a menudo su realidad crítica. Nos parece que ello ha perm iti da movernos dentro de un margen de real objetividad. De por sí, una descripción de un evento como es el del misterio de la Iglesia, no necesita arrojar conclusiones. Baste con que se ha ya visto realzada la perspectiva de servicio del aue la Iglesia bebe to do su ser. Porque el ser de la Iglesia — lo hemos repetido hasta la sa- saciedad— es estar al servicio, tanto de los hombres que participan de su luz, como de aquellos que nunca han sabido o querido saber nada con ella. S in embargo, quizás no estará de más una recapitulación de nuestras líneas fundamentales: partiendo del sacramento de la koi- nonía eclesial, hemos querido poner de manifiesto su dinámica en la participación con Cristo de su triple m inisterio. H a aparecido así cómo la comunión eclesial alcanza su pleno sentido en esa comunicación de la salvación a todos los hombres. Pero todavía hemos pretendido más, y hemos analizado la estructura del m inisterio jerárquico que está al frente de esta comunión de fieles, a la vez que participa de e lla : he mos valorado en un primer momento la comunión que se da también entre los sucesores de les apóstoles, en una tensión oue reúne m iem bros y Cabeza en un mismo Colegio y aue garantiza así, de la mejor manera, la auténtica diversidad de las Iglesias particulares en el seno de la única Iglesia un ive rsa l; hemos deducido luego, en un segundo momento, que la originalidad de esa diakonía m inisterial estriba pre cisamente en que ella misma se hace puente de unión en el diálogo Iglesia-Mundo, al servicio de todos, cuidando que la comunión ecle sial no sólo no esté desfasada de los hombres de su tiempo, sino pro curando también sintonizar con los logros del mundo actual, más aún, ser su vanguardia en el camino de la hom inización y del progre so abierto al transcendente, hasta que D ios sea todo en todos. 3
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