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LUIS EUSQUETS I GRABULOSA 219 ral y habrá de constituir para todos una llamada a la esperanza esca- tológica. Lo cual es todo lo contrario de aquella Iglesia encerrada en sí misma, tantas veces criticada y separada por un abismo infranquea­ ble de los hombres de su tiempo, los cuales no ven ya en ella ningún signo de credibilidad. Pero todavía hemos pretendido m á s: en base al concepto de comunión jerárquica, mal que bien adquirido por el Vaticano I I , y que se apoya en el antedicho de la comunión de los fieles como su requisito indispensable, hemos querido también analizar (parte II) el oficio de les jerarcas de esa Iglesia de C risto . Primero, una visión sucinta de su propia problemática nos lleva a deducir que las tensio­ nes provenientes de su misma constitución no existen sino en bene­ ficio de esa Iglesia de Cristo a la vez una y d ive rsa ; luego, en base a su función diaconal y a la Iglesia como sacramento del mun­ do, surge espontáneamente que ese munus instituido por el Señor mismo, no sólo ha de garantizar la verdadera comunión entre los fie­ les de C risto , sino que, al mismo tiempo, ha de ser prenda verdadera de la real comunión entre la Iglesia y el mundo de su tiempo. Lo que puede parecer a primera vista una simple constatación, vuelta desde el terreno de la teoría a la praxis, supone una intensa y hum ilde re­ visión no sólo de aquellas estructuras de gobierno en la Iglesia, para mejor realizar ese carisma m inisterial, sino también de todas las ins­ tituciones que quedan vacías de sentido si no están «al servicio de», «para», «en función de» los hombres de su tiempo. Revisión que ha de tener su incidencia en la misma concepción de la eclesiología, pu ramidal hasta hoy (D ios, «arriba», comunica su gracia a través de una escala jerárquica hasta llegar a la base), radial según las prospec­ tivas actuales (D ios en medio de los hombres y la función de la au­ toridad en el seno del grupo, acompañándolo — no por encima— , dándole su realidad de grupo, y recordándole sin cesar el mensaje del Salvador). Que la perspectiva de servicio que empapa todo nuestro trabajo, como «leit-motiv» de nuestro cometido, sirva como m ínima aporta­ ción para hacer consciente a la Iglesia de hoy el camino esperanzador que ha de recorrer a im itación de Aqué l que se hizo servidor en todo.

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