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218 LA IGLESIA ES UNA COMUNION. lublemente unidos entre sí. E l interno se manifiesta en el externo y éste se v iv ifica por el primero. De ese modo la Iglesia es capaz de continuar la tarea de Cristo y , sumergida en la dinám ica del Esp íritu , se hace de ese modo realizadora del Designio de D ios de elevar a S í a todos los hombres y a todas las cosas (cf. L G 1 , 2 - 4 ). E s por eso por lo que se la puede comparar al misterio del Verbo Encarnado, nos dice el Vaticano I I , pues «así como la naturaleza asumida sirve al Verbo d ivino como instrumento vivo de salvación unido indisoluble­ mente a E l, de modo semejante la articulación social de la Iglesia sir­ ve al E sp íritu de C risto , que la v iv ifica para el acrecentamiento de su cuerpo (cf. Eph 4 , 16 )» ( L G 1 , 8 ). De ahí que la Iglesia, y hoy más que nunca, haya de considerar su ser ontològico como un 'ser para’ los hombres, un 'ser al servicio de’ los hombres, rehuyendo un considerarse fin por sí misma y sin caer en una mera contemplación narcisistica. E l Concilio ha cuidado de subrayar ese carácter misional de la Iglesia en la tarea común con Cristo de lograr que Dios sea todo en todos (cf. 1 Co r 15 , 28 ). «D e ­ biendo difundirse por todo el mundo, entra por consiguiente en la historia de la humanidad, si bien transciende ios tiempos y las fron ­ teras de los pueblos». E s decir, la Iglesia entra en la historia, preci­ samente porque ha de hacer patente a todos los hombres el designio salvifico de D ios que en ella es ya realidad en tensión escatològica. H e aquí el objetivo de nuestro trabajo : L a iglesia, rejuvenecida después de su propia autoindagación con las nuevas savias del V a t i­ cano I I , ha de ser cada día más consciente de que está al servicio de todos y cada uno de los hombres, por muy alejados que parezcan de la misma. E l concepto de comunión en la fe, que desarrollaremos en nuestra exposición (parte I), ha de ayudarnos a vislumb rar de qué manera la «Ekklesia» ha de intentar, con más ahinco que nunca, transparentar a Cristo en todas sus formas, realizando con E l su mu­ ra li salvifico en favor de todos los hombres de cada tiempo. Por des­ gracia, demasiadas veces la Iglesia se ha casado con ideologías, in s ti­ tuciones, regímenes o sistemas, haciendo opaco el sacramento que es en sí, signo e instrumento eficaz de cabal unidad entre todos los hom­ bres. Como acontecimiento que es en sí misma, la Iglesia está d irig i­ da a todos los hombres y se ha de apresurar con ellos al encuentro del futuro . Porque espera «nuevos cielos y nueva tie rra» , jamás ha­ brá de sentirse satisfecha de un orden establecido puramente tempo

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