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GUILLERMO DE OCKHAM IN EDICION CRITICA especialísima no se incluye composición alguna de naturaleza y d i­ ferencia contrayente, tampoco aquí se incluye. Me lim ito a reco­ ger la conclusión definitiva a que llega después de una larga discu ­ sión : “ Por más que Dios y la creatura sean en la realidad prim or­ dialmente distintos, sin embargo pueden tener algún con cepto un í­ voco predicable de ellos” (11,336). No es d ifícil encon trar aquí el eco de una afirmación similar en el doctor Sutil. e) Nuestro primer conocimiento. Una cuestión que no dejaban de proponerse los medievales era acerca de nuestro primer c on o c i­ m iento. Con la op in ión más extendida com ienza O. excluyendo a Dios com o ob jeto de ese conocim ien to primero. La proposición “ Dios existe” , nos dice, es una proposición dubitable, y por lo m ismo no nos resulta conocida “ per se” y requiere otros conocim ien tos pre­ vios. Las opin iones estaban bastante divididas acerca de cuál era nuestro primer conocim iento. Para Escoto lo primero que con o cía ­ mos era la especie especialísima de aquel singular que había impre­ sionado al sentido. Para el Angélico comenzamos conociendo primero lo más c o ­ mún y universal. Ockham rechaza ambas sentencias y establece que el conocim ien to distinto del singular no requiere necesariamen­ te un conocim ien to previo distinto del universal (11,521). Una cosa puede ser conocida distintamente sin que conozcam os su razón “ de­ finitiva” (11,253). Frente al Angélico , que escribió que “lo s'ngu lar en las cosas materiales nuestro entendim iento no lo puede conocer directe et primo", Ockham afirma que todo conocim ien to abstractivo presupo­ ne un conocim ien to intuitivo y por lo m ismo lo primero que con o ­ cemos es lo singular. Es lo singular lo que mueve al entendim iento y lo que es capaz de ser conocido con conocim ien to intuitivo (II, 540). Si de la primariedad genética casam os a la o irá cuestión afín, sobre cuál es el ob je to adecuado de nuestro entendim iento, sabemos que Santo Tomás había señalado la quididad de la cosa material y Escoto el ente Pero s* son los singulares los que primariamente c o ­ nocemos, se comprende la actitud de Ockam al negar que existe a l­ gún ob jeto adecuado a nuestro entendim iento, puesto que el ob jeto que mueve al entendim iento es el singular y cualquier singular (ibid. Que el ser comunísimo y un ívoco sea el primer ob jeto del en ­ tendim iento tiene un sentido aceptable, aunque no precisamente el

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