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160 SAN FRANCISCO, LA IGLESIA Y EL S. XXI honroso de este Concilio deberíaestribar enla imposiciónobligato­ ria de la pobreza evangélica a la jerarquía católica”. ¿Cuántos Concilios ecuménicos necesitará la Iglesia católica y cuántas asambleas plenarias las demás iglesias cristianas, para en­ dosar íntegramente la revolución según el evangelio, estandardiza­ daenel Pobre deAsís? Y, sinembargo, puede ser paraellas cues­ tióndevidaomuerte, porquesi el próximomilenionoloconfigura­ mos nosotros, los cristianos, conforme aaquellos ideales, difícilmen­ te lo superarán las varias confesiones que sedicencristianas. Su mensaje está vivo y es vida como el deningúnotropara el siglo XXI, rebasando el ámbito del cristianismo de derecho para abar­ car a los innumerables cristianos “anónimos” situados fuera de aquél. Francisco, heraldo deDios parael sigloXIII, lo es nomenos parael XXI. Esel semáforopuestoporDiosparaindicar larutasal­ vadoraenesa tierravirgeneincógnita. Los movimientos sociales que se presentan como panacea en vísperas del salto a la nueva centuria son “infecciones francisca­ nas”: Marx, Lenin, Gandhi lohandeclaradomás de una vez con ideas franciscanas reducidas a puro proyecto de política material. Conocido es el testamento informal del segundo, enel que confesa­ ba: nuestra revoluciónha costado demasiada sangre. Hemos tenido queejercer la fuerzayel terror. El caminorectohubieradebidoser el de Francisco: si entre nosotros hubieran surgido una decena de ’Poverellos’, Rusia nunca se hubiera hecho comunista. K A R L I P S E R Viena.

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