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KARL IPSER 159 Nuncapretendió ser unnuevomesías, sinoel mínimo yaustero se­ guidor de Jesús. Enunmundo que era maravilloso para él,"como enamorado de lacreación, sumetanoerael poder, sinoel testimo­ nio. La alegría es la palabrabrotada del corazóndel evangelio, tan frecuente en labios del hombre Jesucristo. De esa vivenciaproviene sucontraernización con todo el universo creatural, yel germende unavisiónnuevadel mismo. El métodopeculiar para testimoniar su fraternidad fue el del servicio. Mediante él denunció veladamente la injusticia dominante, y lamentira contra el evangelio, que se habían adueñado de grandes sectores de la Iglesia. El Poverello vivió como si fuera cómplice y corresponsable del sufrimiento y de la indigencia material y espi­ ritual, con objeto de solidarizarse con los pobres, los enfermos y oprimidos. Pero también, para condenar, con suejemplo, como una deserción, la perezosa indiferencia de las potestades rectoras fren­ teaellos. El repudiabala falsaseguridad, ilusiónquehamantenido a tantos hasta hoy dentro de la Iglesia. Sabía garantizada suexis­ tenciaenel crucificado. Yasí incitóalosmejox'esmiembrosdeaqué­ lla ano confundir los intereses del alma conseguridades humanas, yano temer el riesgodel evangelio. Era comounresuelto cirujano deDiosqueamputaba, cortés, perosinpiedadculpable, el tejidocan­ ceroso del cuerpo místico de Cristo (=italianidad, césaropapismo, prelaciasparaempleados concarrera...), afindereanimar alaIgle­ siay transformar el mundo. Este rasgo franciscano noha sido aún incorporadoporella. Inclusoel VaticanoII sehaquedadoennopo­ cos aspectos a750años deretrasoconrelaciónal humilde reforma­ dor deAsís. Los avances conciliares enlo social, litúrgico yeclesial son tímidos balbuceos oecos de las empresas silenciosas, perodeci­ didas, deéste: enél seacentuó, porejemplo —si noseincoó— el procesodedesclericalizacióndeloreligioso (sacerdotesylaicos, hom­ bres ymujeres, eraninvitados por igual aabrazar la forma evangé­ lica de vida; y él, personalmente, no quiso pasar de diácono); el anuncio del kerigma envernáculo, gesta enque anticipó no sólo el movimiento litúrgico de la segundamitaddel sigloXX, sino alguna aportaciónvaliosadeLutero; yla atención, más conel ejemploque con palabras y promesas, a los desechados de la humanidad, a los proletarios ymiserables del mundo. Conrazónechabademenos es­ te aspecto ensus colegas de episcopado el obispo de Spalato cuan­ do decía el 30 de octubre de 1963 desde el aula conciliar: “Lo que nos falta a todos nosotros es la pobreza evangélica. El timbre más

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