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KARL IPSER 157 supresión, sino el amor, pues si el castigo y el terror ahondan la zanjade laoposición, el amor fraterno lasutura. Francisco nunca traicionó ni engañó a los pobres. Quitarse de encima a los proletarios con limosnas, slogans, proclamas, colectas, Caritas..., hubiera equivalido para él a desentenderse del Salvador. El Poverello redescubrió la pobreza cristiana, tras mil años de abo­ rrecimientoy repudio (Dante), luchando por los pobres con las ar­ mas delapaz, queblandíasinmiedoante lamismaautoridadecle­ siástica. Al reencontrar el viejo camino abandonado de la pobreza evangélica puso a las masas obreras de todos los países enla pista delacasadel Padrecomún. Atodos abriósus brazos ennombre del crucificado: él, pobre voluntario, devolvía así la esperanza a todos los desheredados de este mundo. Los proletarios de él podrían ha­ berse unido bajo el signo de la Iglesia a la voz de Francisco. Si de hecho no ocurrió, fue culpa de la jerarquía, que redujo sumensaje amero ideal monástico. El sacerdote obrero del sigloXX ha tenido por ello que darse lamano conel Hermanomenor del sigloXIII. ¡Dónde se hallarían hoy la Iglesia y la sociedad, si Roma hubiera incorporado plenamente al heraldo deAsís hace 800 años! La hora de Francisco, sin embargo, no ha pasado. El riente y agreste hombrecillodelaUmbríaes portador deunmensaje inmar­ chitable. El fue el auténticorealista, ynoaquellos desus ynuestros contemporáneos que pretenden equivocar la eternidad con el ins­ tanteyadobarel evangelioconel gocedeestemundo. Héroe incon- vencional, libre de la atmósfera de los salones, cátedras y bibliote­ cas, ydel mundodel dineroylos negocios, permitever claras las co­ sas. Enél larealidadsedesenmaraña, yel verdaderorostrodeCris­ to reaparece con la prístina luz del evangelio, como debiera ser re­ presentado por los dignatarios de las iglesias: sin compromisos, adaptaciones, ni consideraciones a las potestades de estemundo, de cualquier índole que sean. ¿Por una Iglesia “poverella”? Seríauna Iglesiamás franciscana, más bajo el signo de la fra­ ternidad humana universal y de la pobreza, garantía para su so­ brevivencia enel tercer milenio del cristianismo. Ello le haría ver­ daderamente ecuménica, a la vez que invencible. Contra quien vive el “seguimiento” noseelevaríaningunanueva ’protesta’. M i e n t r a s lo s p s e u d o - r e a ü s t a s d e c l a r a n i r r e a l i z a b l e s e m e j a n t e id e a d e l a I g l e s i a , l a a n t i - i g l e s i a h a e r i g i d o u n im p e r i o m u n d i a l u t i

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