PS_NyG_1972v019n001p0153_0160

KARL IPSER 155 te años de fidelidada todaprueba, Cristo le señaló conlas creden­ ciales de sus estigmas. Tan cristificado aparecía, que sus coetáneos y compañeros no dudaron interpretarlo como el “segundo Cristo”. Por nuestros contemporáneos, alzó la vozPío XI en 1926, recapitu­ lando el sentido de la historia: “Ennuestra opinión—declaró—no ha habido hombre alguno enquien hayan aparecido la imagen del Señoryla formaevangélicadevidaconmayor exactitudydemodo más impresionantequeenFrancisco: por ello se lo llama conjusti­ cia ’segundo Cristo” (Encíclica Rite expiatis). El secreto del “seguimiento”. Los seguidores del evangelio vivían entonces encerrados en sus burgos monásticos, o eran—debido a suprotesta activa—forzados al margende laherejía perseguidos yaveces liquidados. Romapo­ díadegenerar enlatumbadel cristianismo, próximoalaruina ( Sue­ ño de Inocencio III). Lospueblos habíanconocidosupoderysuglo­ ria, la grandezay la apostasía. Papas, cardenales ymonsignori em­ pleabanoficioybeneficioparaextendersus dominiosyaumentar las riquezas. Mientras el espíritu de sacrificio, entrega y co-pasión de una minoría mantenía vivo el rescoldo evangélico, los potentados permanecíandeespaldas al mismo, acausade suideología señorial. Había una infraestructura soportadora, que debería sacrificarse aún más, trabajar y“hacer penitencia”, abeneficiodeunamagníficasu- praestructura, hierática e impasible. El obispo francés e historiador Jacobo de Vitry le cuenta aun amigoen1216: “Durantemi estanciaenlacuriaromanahepresen­ ciado muchas cosas que me repugnan cordialmente: todos andan tan ocupados con negocios mundanos y temporales, con cuestiones depolítica yderecho, que apenas puede cruzarse unapalabra sobre los intereses del espíritu”. Porque el lugar del seguimiento vital del evangelio lo llenaban preocupaciones temporales, no siempre inmu­ nes de cesaropapismo. Enesavicisitudsurge el PobredeAsís. Aparece, comoel Salva­ dor bajola formadel siervo (Fil. 2,7), proclamando consuvidaque esprecisoseguiraCristoenesaforma, tanencontradaconlamenta­ lidadrectoradelaIglesiadesuépoca. Unicamentemediante el “se­ guimiento” podría detenerse la disoluciónenmarcha del cristianis­ mo. El testigomencionadoañade: “Sólounacosameconsoló: el ver quemuchas personas deambos sexos, entre ellos no pocos ricos se

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz