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N Q I A S Y C O M E N T A R I O S N o t a s s o b r e l a e s t r u c t u r a d e l c u a r t o e v a n g e l i o I NTRODUCCI ON El presente trabajo tiene su origen en la celebración eucarística de una fiesta de Pascua, en una iglesia de las afueras de Roma. Una niña participaba por primera vez al único pan. Estos detalles no son indiferentes, en cuanto consideramos la la­ bor del exégeta como un ministerio eclesial. Nace de la comunidad y a ella va dirigido. La lectura eclesial hace posible que el texto bí­ blico sea verdaderamente un evangelio. Si para dialogar con una persona es necesaria una simpatía, para escuchar la Palabra de Dios se requiere la koinonía. Homilía y ciencia bíblica pueden parecer en algunos momentos dos hermanas enemistadas. El miedo a caer en la erudición (o a pene­ trar en ella), por parte de unos, y la tentación de dictadura intelectual, por parte de otros, hace que muchas veces el evangelio permanezca sin predicar. Dice S. Juan: « la unción que habéis recibido permanece en vos - otros y no necesitáis que nadie os enseñe» (i Jn 2 , 2 7 ). Y Jesús grita­ ba con gozo: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y prudentes y se las has re- velado a pequeños » (Mt 1 1 , 2 5 ). Sólo el Espíritu de Cristo puede en­ señarnos los misterios del Padre. Sólo en la Iglesia pueden escucharse, ya que sólo a los pobres puede unirse.

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