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102 DIALECTICA Y DIALOGO Por el contrario, el diálogo biblico de Dios con el hombre tiene tres hitos señeros. Son los patriarcas, Moisés y el profetismo. Para culminar cuando el Logos divino se hace diálogo con el hombre. Abrahán escucha la voz de Yavé y le obedece, dejando tierra y parientes para irse a alojar donde Aquél le manda. La vida de Abra­ hán es un entretejido de diálogos con Yavé. Esta vida de diálogo tie­ ne un ápice en el capítulo 15 del G én esis, que reproduce la queja de Abrahán a Yavé que le hace muchas promesas y no le da lo que más quiere: un hijo a quien cejar la herencia. A le que Yavé le responde: “No te heredará ese extranjero Eliecer, sino, al contrario, uno salido de tus entrañas, ése te heredará” . Y sigue el diálogo de Yavé como charla de familia en ambiente hogareño. Este diálogo bíblico tiene otro ápice en Moisés. Como guía y jefe, recibe las órdenes de Yavé para trasmitirlas a su pueblo. Podría pen­ sarse que entre Yavé y Moisés existe la relación vigente entre el so­ berano que da la ley y el mandatario que la publica y fuerza su cum­ plimiento. Y , s:n embargo, el diálogo de Yavé con Moisés, no es de poder a poder, de un poder soberano a un poder subalterno, sino que es un diálogo de amistad. En el libro del Exodo, 33,11 se lee: “Yavé hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre a su amigo” . Otro momento cumbre en este diálogo es el profetism o. Las pa­ labras que Yavé dirige al profeta Jeremías nos declaran cómo se en­ tabla y se desarrolla este diálogo.“ Con estas palabras de Yavé abre el profeta el libro de sus profecías: “Llegóme la palabra de Yavé que decía: Antes que te formara en las maternas entrañas, te conocí; antes que tú salieses del seno materno te consagré y designé para profeta de pueblos. Y dije: ¡Ah, Señor, Yavé! No sé hablar. Soy to­ davía un niño. Y me dijo Yavé: No digas: Soy todavía un niño, pues irás a donte te envíe yo, y dirás lo que yo te mande” ( Jerem ., 1,4-7). Si ahora analizamos las notas características de este diálogo biblico, advertimos al instante que son dos, visto desde el lado divi­ no: la iniciativa y la condescendencia. La iniciativa en primer término. Mientras en las religiones de los oráculos y de los misterios, el diálogo parte siempre del hombre que desea una purificación espiritual o un logro material, en tal ma­ nera <uie Dios viene a ser un agente, muchas veces caprichoso, de sus deseos en el diálogo bíblico Yavé tiene siempre la iniciativa. Nadie, ni patriarcas, ni caudillos, ni profetas, pueden planear a su antojo. Es de Yavé de quien reciben las indicaciones para sí y para su pue­ blo. No son los deseos de éste, sino los planes de Yavé lo más decisi-

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