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10 ADAN NUNCA FUE INOCENTE no podía menos de aparecer como otro tipo de hombre superior, leja­ no y extrañamente privilegiado. Al principio los teólogos adoptaron una recia actitud de repulsa de la nueva teoría. Resulta explicable por las limitaciones del propio saber, pero también por la mentalidad atea materialista radical con que muchos evolucionistas propugnaban sus ideas. Posteriormente lograron encontrar los teólogos una solución relativamente convin­ cente, dentro de sus propios principios. El estado paradisíaco, hacían observar, no fue una perfección que el hombre lograra por el desarro­ llo progresivo de sus propias fuerzas sino un don de Dios en cada uno de sus elementos específicos. Por otra parte, siempre fue propuesto co­ mo de una duración temporal brevísima. Su realidad se salva sin pen­ sar en un determinado lapso de tiempo físico; bastaría aue hubiese durado un instante, lo indispensable para que un espíritu consciente y libre pudiera tomar una decisión ante Dios. Por ser de duración ins­ tantánea, se comprende que no dejase ninguna huella comprobante de su existencia, ningún resto cultural que delatase su presencia en la historia. Los descubrimientos de la paleontología se encontrarán siem­ pre con una humanidad que ya no es la originaria, con la humanidad caída del estado paradisíaco por el pecado de Adán. Los científicos debían reconocer su incompetencia en este terreno. De todas formas, había que contar con la aparición súbita, sor­ prendente, sin contexto en la historia de la naturaleza, de un primer individuo humano perfecto desde el comienzo primero de su existen­ cia. Lo cual contrastaba con los postulados básicos y cada vez más comprobados de la ciencia evolucionista. Por eso, ésta seguía mante­ niendo sus preguntas y dando que pensar a los teólogos. El hechizo de los comienzos paradisíacos de la humanidad se perdería bien pron­ to y en forma irrecuperable “ . En los decenios siguientes a la segunda guerra mundial las difi­ 14. Un reflejo de las oscuridades y angustias en que se movían los teólogos católicos de finales de siglo puede verse, dentro del ambiente es­ pañol, en las obras de J. M END IVE, S.J., La Religión católica vindicada de las imposturas materialistas. Madrid 1887. J. M IR Y NOGUERA , La Creación según se contiene en el primer capítulo del Génesis, Madrid 1890. A un nivel científico muy apreciable se desarrolla el libro del cardenal Cefe- rino GONZALEZ, La Biblia y la Ciencia, 2 vols. Madrid 1891. Juan GON­ ZA LEZ D E AR INTERO , El Hexam erón y la Ciencia moderna, Valladolid 1901.

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