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ALEJANDRO DE VILLALMONTE 8 1 P or eso, pensar en un A d á n (una hum an idad originaria) qu e ya en su primera aparición en la historia com enzase con la posesión p le­ na de la revelación de D ios, en com u n ión de v ida casi perfecta con El (en la m ed ida d e lo posible a un h om b re que, a pesar de tod o , sigue siendo, viador), es una afirm ación tan fuera d el con te x to general de toda la historia de salvación , qu e n o debem os acom odarn os a ella, a m enos qu e tengam os testim on ios exp lícito s, indiscu tibles, de la Pala­ bra de D ios. Pero éstos n o existen a fa v o r de la teoría clásica sobre el estado de santidad y justicia p rop io de la hum an idad originaria. La palabra d e D io s nos ob liga a man tener com o c ie r t o : i) Que los h om bres com p on en te s de la hum an idad originaria (sea cual fuera la im agen qu e de ella se fo rm e la ciencia) estaban ordenados al fin so ­ brenatural id én tico al nuestro, en la m ed ida en qu e eran hom bres consustanciales a Jesús de N a za ret y a n o so tro s; 2 ) estaban in clu idos d en tro d e la v o lun tad salvífica de D io s seria y eficien te, cu idados d e n ­ tro d e su p rov id en cia sobrenatural. Pero, 3 ) ign oram os la econ om ía de salvación propia de aquella hum an idad originaria en cuan to tal. N o sabem os los m ed ios con cretos por los qu e se les adm inistraba la gracia de C risto a aquellos h om bres primeros. C om o hem os ob servad o varias veces, la Palabra d e D io s va d iri­ g ida directa e inm ed ia tam en te a los h om bres de ahora, a los qu e v iv i­ m os en el tiem p o de C risto. N o hay preocupación directa por el en ­ ton ces d e los orígenes, n i por el fu tu ro del acabam ien to fin a l; sino en tan to en cuan to están v irtua lm en te con ten id o s en el ah o ra ; sea c o ­ m o su preparación , sea com o su p len ifica ción . A s í se exp lica el qu e la P rotolog ía y E scatología sean el cam p o p riv ileg iad o d on d e se desp lie­ gan más a sus anchas la im ag ina ción , la sensibilidad e in teligen cia hu ­ mana, creadoras d e m itos. T e n em o s la tenden cia innata a n o dejar es­ pacios huecos o sim p lem en te oscuros en nuestra in terpretación d el m u n d o y de la v id a hum ana. C om o los tiem pos p ro to lóg ico s y los tiem pos esca tológicos son , de por sí, oscuros para n osotros, p ropendem os a llenar la carencia de noticias seguras con creaciones de nuestra im a ­ g in a ción en las qu e p royectam os nuestro anhelo de saber. Este estilo de sentir y pensar se nos m ete en el cam p o de nuestras creencias reli

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