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80 ADAN NUNCA FUE INOCENTE ver a m ejor y más amplia luz la anchura y lon g itud d el M isterio de C risto, en torn o ai cual gira toda la administración d e la gracia desde el com ien z o del m u n d o hasta su acabam iento. E vitam os la idea d e una d o b le historia de s a lv a c ió n : una, la original y paradisíaca qu e, al fra casar, h u b o de ser sustituida por otra nueva, infralapsaria, fundada (ahora y sólo ahora) en Cristo. En esta perspectiva la actual historia de la salvación qu e inaugura Cristo aparece c om o puesta en marcha por D ic s ocasionalm en te, es decir, con ocasión d el pecado de A d á n , qu e arruinó la e con om ía origina l de la gracia e h iz o d e la hum an idad una massa damnata, massa perditionis, qu e a su v e z hace necesaria la nueva adm inistración de la gracia por m ed ia ción de C risto. Y a in d ica mos cóm o esta dup licidad de econ om ías, d e gracia y de historia de salvación , no puede sostenerse a la luz del N u e v o T e stam en to , especial m en te d e San Pablo. La ciencia y filosofía m odernas han creado una m en ta lidad e v o lucionista, im p regnada de h istoricism o, en toda nuestra cultura. T a m b ién en nuestra teolog ía . Esta m en ta lidad nos perm ite ver m ejor la re velación de D io s desarrollándose en form a progresiva, ascendente, h is tórica. Parte d e realizaciones más b ien rudimentarias y de palabras m enos expresivas y avanza hacia realizaciones y form as d e expresión cada v e z más perfectas. D esde el p rin cip io del m u n d o el R ein o de D ios es semejante al grano de mostaza y al fe rm en to (M t 1 3 , 3 1 - 3 5 ). Este proceso de desarrollo desde lo germ inal a lo p e rfecto, se podría seguir a p repósito de cualqu ier verdad revelada, aún las más básicas, cual es la idea de D ios qu e las sin tetiza todas. La verdad más im portan te qu e D io s nos d ice de sí m ism o es é s ta : qu e El qu iere ser para n osotros V i da eterna, fin ú ltim o y ún ico d e la v ida hum ana. Ta l es la sustancia del Evangelio. U n a con sidera ción ingenua y entusiástica so bre el tema postularía qu e siendo ésta una verdad básica para el h om bre (la verdad radical de toda la revelación) D io s la debería haber m a n ifestado a los hom bres ya desde el primer m om en to de su aparición en la historia y con toda la claridad d e sea b le ; al m enos con la clari dad con qu e la tenem os en el tiem p o de la revelación plena en Cristo y en la Iglesia. S in em ba rgo, sabemos por la Sagrada Escritura que n o fu e así. Esta v erdad , «sustancia d el E v a n g e lio » y de la revelación entera, n o fu e dicha a la hum an idad con toda claridad y seguridad si n o en C risto, en su muerte y resurrección, con su p roclam ación c om o S eñor a la derecha del Padre.
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