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73 ADAN NUNCA FJE INOCENTE al T r id en tin o parece seguro que qu iere decir y d ice qu e A d á n es el causante de la situación pecadora desgraciada qu e llamamos pecado ori- gina l, pero no lo afirma ni en seña com o pertenecien te a la fe cristia­ na qu e qu iere esclarecer 89. Por prin cip io, la cuestión del h ech o d o gm á tico y la cuestión del orig en del estado d el pecado original son separables. P ud o m u y bien D ios revelarnos el h ech o en orden a pon er de relieve la gratu idad y necesidad de la gracia de C risto, sin decirn os con cretam en te cuál es la causa qu e d io o rig en a esa situación. O bien puede adm itirse que la Palabra de D ios asigne diversas causas, d an d o diversas e xp lica cio ­ nes etiológicas sobre qu ién o qu iénes son los causantes del pecado o ri­ ginal. D e todas form as, nosotros, al desposeer a A d á n de la prerroga­ tiva de la santidad y justicia, le desposeem os tam bién de su d ign idad d e cabeza moral del gén ero hum ano. C on este d e sp o jo pierde tam bién las posibilidades qu e se le con ced ían para poder com eter un pecado cualificado, orig inan te de la muerte sobrenatural de la hum an idad en ­ tera. Pero esto n o afecta en m o d o a lgun o a la sustancia del d o gm a del pecado origina l, sm o a su m u y d iscu tib le, — en realidad indem ostra ­ b le— orig en adán ico. Y m en os aún se v e a fectado el d ogm a de la n e ­ cesidad y universalidad absoluta de la gracia reden tora de C risto. Más aún, al m ism o A d á n , si se qu iere seguir h ab lan d o d e él en teología , habría qu e con ceb irlo llegando a la existencia en estado de pecado origina l y por tan to necesitado d e la reden ción d e C risto desde el pri­ m er instante de su ser y n o sólo desde el m om en to de su v ida adulta en qu e d esobed eció al Señor. Justificar esta elim inación d e l pecado orig inan te tradicional nos llevaría m u y lejos. Los m o tiv o s fun d am en ta ­ les pueden colegirse por lo expu esto sobre la inconsistencia de la te o ­ ría tradicional acerca de la justicia origina l. A lg o más se podrá co leg ir de lo qu e acabam os de exp on e r sobre la teo lo g ía d e A d á n y de su in ­ consistencia ante un exam en te o ló g ico riguroso y crítico. 3 . V en ta ja s positivas d e nuestra exp lica ción . Las ventajas de nuestra exp lica ción p rov ien en d e los dos fren tes 88 . La distinción entre lo que el documento “ dice” y lo que “ afirma- enseña” es ampliamente utilizada por la hermenéutica bíblica. No se ve dificultad para aplicarla también a la interpretación de los documentos del Magisterio de la Iglesia. Así lo proponen, acertadamente, FLICK y AL- SZEGHY, Antropología Teológica, nrs., 52. 203. 263, 279.

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